Cada
14 de febrero se conmemora el día de San Valentín. Dicha festividad católica
sirve para mantener presente en la memoria aquellos nobles actos de San
Valentín de Roma. En plena de posmodernidad, en la que se ha relativizado al
máximo la moral y el amor, es prudente meditar un instante sobre aquello que
significa la historia de este santo.
Valentín
de Roma es un Mártir (persona que sufre persecución y muerte por defender una
causa religiosa o negarse a rechazar su Fe) de la Santa Iglesia Católica el
cual fue ejecutado en tiempos del Imperio Romano. Según la tradición cristiana,
poseyendo el título de Obispo, Valentín de Roma ponía en riesgo su vida en
plena persecución a los cristianos para unir en matrimonio a las parejas. Es
interesante observar que en el mundo han existido hombres y mujeres dispuestos
a ofrendar sus vidas por una causa superior a ellos; quizás uno pueda estar en
desacuerdo con la Santa Iglesia Católica, o más aún, renegar de la existencia
de Dios, pero lo cierto es que la magnanimidad de algunas personas que se
entregaron por amor a otros es incuestionable.
En
una era llena de facilidades, donde las comodidades de la vida se incrementan
día a día, resulta un desafío querer apostar al amor y al sacrificio en
consecuencia del mismo. No corresponde establecer juicios de valor sobre las
conductas privadas de alguien, y menos si con ellas no se daña a un tercero.
Pero sí es útil meditar algunas cuestiones para que la vida personal sea más
reflexiva y no sólo hábitos adquiridos. El ejemplo paradigmático del facilismo
es que hoy es más simple desnudar una persona y mantener cualquier tipo de
relación sexual, antes que descubrir los verdaderos sentimientos de ese ser con
el que se comparte la intimidad. La juventud en su generalidad ve como tasa de
éxito a cuántos jóvenes se enamora con encantos superficiales, mientras que en
tiempos pretéritos el desafío era que uno renovara y aumentara sus dones para
enamorar a la misma persona día tras día. El cortejo y la seducción era
verdaderamente un arte, porque implicaba dejarse conocer en lo más profundo de
uno mismo. Piénsese que si uno mintiera durante una noche sobre los ingresos
mensuales o la vida real que se lleva, dicha mentira sería fácilmente
sostenible si la persona interactuante desaparece a la mañana siguiente; sin
embargo, si la relación interpersonal se sostiene en el tiempo eventualmente la
mentira caerá por su propio peso.
El
día en que se conmemora al Patrono de los Enamorados resulta necesario para
reflexionar sobre cuánto uno está dispuesto a sacrificar por amor. A veces hay
relaciones hermosas con mucho cariño y respeto desde sus comienzos, a veces hay
personas que por historias de vidas se encuentran imposibilitadas de compartir un
camino juntos pero a la distancia se siguen protegiendo y deseando lo mejor.
Por ello es prudente recordar que nada que surja del amor puede ser malo, pero
no todo lo que es placentero necesariamente viene del amor. Amar es un
equilibrio entre la entrega pura por el otro y el cuidado a uno mismo,
especialmente en cuidar los valores que son propios para compartirlos en el
momento adecuado con la persona indicada.
Bastas
ocasiones las personas caen en tentaciones, víctima de pasiones desordenadas,
pero la gentileza de los corazones puede curar todo tipo de herida. Por tal
razón es que muchas personas sabias enseñan que saber comunicar las
necesidades, buscar los lados positivos de la pareja y aferrarse a ellos, la
capacidad de perdonar, mantener un humor saludable en el hogar, confiar y abrir
los temores propios, romper la vida rutinaria, sirven para mantener una vida
marital feliz y estable, pero he aquí una simple verdad que quizás pueda ayudar
en tiempos de duda donde uno deba enfrentar días duros con su pareja: “La persona que ama no tiene miedo. Donde hay
amor no hay temor. Al contrario, el verdadero amor quita el miedo.”
Autor: Horacio Giusto Vaudagna
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