Antinatalismo, la bandera oculta del ecologismo

Fuente original: https://fundacionlibre.org.ar/2018/03/02/antinatalismo-la-bandera-oculta-del-ecologismo-por-horacio-giusto-vaudagna/ 

Autor: Horacio Giusto Vaudagna

Jean-Jacques Rousseau, nacido en 1712 y criado en Ginebra, engendró un pensamiento filosófico que influye notoriamente en la idiosincrasia occidental actual. Sostuvo una tesis muy particular a lo largo de su obra intelectual que se puede sintetizar de la siguiente manera: “Todo está bien al salir de manos del autor de la Naturaleza; todo degenera en manos del hombre[i]. Esta forma de pensar a la civilización[ii] como un “mal” para el Mundo encuentra a su vez paridad en otros pensadores ampliamente difundidos, como por ejemplo Nietzsche quien entre otras cosas aseveró que “La tierra tenía una piel; y esta piel tenía enfermedades. Una de estas enfermedades, por ejemplo, se llama “hombre”[iii]. En el Siglo XXI se observa que aquellas pretéritas teorías apocalípticas que profetizaban que el hombre iba  a acabar con la Tierra y todas sus especies cobran cada vez más fuerza, siendo la mayor expresión de éste paradigma los movimientos ecologistas.
El ecologismo, que es en sí mismo una expresión más (entre tantas otras) de la nueva izquierda[iv], posee discursos que varían según el contexto[v] aunque mantiene un patrón común latente en sus mensajes a lo largo de la historia: el Hombre es artífice principal de la destrucción del Planeta y en consecuencia todo desastre natural es su culpa. Por ello es que actualmente, en una cultura fuertemente marcada por la paranoia ambiental, se está volviendo en forma silenciosa a considerar válida la teoría del pastor protestante y economista Thomas Malthus. La tesis principal que lo hizo mundialmente famoso sostenía que “…La Población, si no tiene obstáculos, aumenta en progresión geométrica, mientras que el alimento sólo en progresión aritmética. Un conocimiento elemental de los números bastará para advertir cuán enorme es el crecimiento de la primera en comparación con el crecimiento del segundo…[vi]. Cierto es que Malthus no tuvo un interés marcado en la protección ambiental, sino que su mayor preocupación era el crecimiento demográfico de las clases que se reproducen sin conciencia alguna. Pero sí resulta útil para comprender la realidad del presente siglo, una idea que subyace en el pensamiento malthusiano y que es la mejor forma de graficar el ethos ecologista: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para permitir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura tiene que frenar hasta cierto punto el crecimiento del ser humano”. Vale aclarar que existe una errónea especulación por parte del movimiento ecologista en considerar que el éxito de la civilización es su condena. Piénsese que si el Hombre fuera un ser irracional eliminaría todo sentido de administración y cultura, habiendo probablemente desaparecido la especie humana hace siglos (Ej.: si uno encierra en una hectárea cien ovejas con cien lobos, en poco tiempo ya no habría ovejas; si uno pone 100 ovejas con 100 humanos, con el tiempo habría 1000 ovejas para alimentar 200 humanos).
A pesar de que la humanidad prevaleció ante hambrunas y pestes desde su mera existencia[vii], lo real y concreto es que la hegemonía posmarxista[viii] en su faceta ecologista se hizo eco de los postulados de Malthus. Hoy, en una suerte de “religión verde”, se intenta trasladar la “culpa” al individuo por el sólo hecho de existir y ser parte del “cáncer”[ix] del planeta. Frente a esta situación, uno puede dejarse llevar por la hegemonía o comenzar a plantearse si realmente la especie humana es una atrocidad que merece ser extinguida[x].
La solución ecologista (aunque sólo los sectores más radicalizados lo afirman abiertamente como lo hace la organización Earth Fist) posee una visión malthusiana: es necesario realizar una restricción al crecimiento poblacional. Si uno considerase a la pobreza cómo el verdadero factor de contaminación y hambruna, claramente optaría por seguir las reglas de una economía abierta[xi]. Pero si uno ve al Hombre como un mal en sí mismo, es lógico considerar que sólo reduciendo la presencia humana en la Tierra se disminuiría el malestar y las amenazas que tanto preocupan a los “Verdes”. Esta nefasta visión a la que se adhiere el núcleo intelectual ecologista tan febrilmente permite explicar cómo es que organizaciones referentes del ecologismo, ejemplificadas, por mencionar una, Earth First, con Dave Foreman a la cabeza, llegan a reconocer que “La vida humana individual no es lo más importante del mundo. Una vida humana individual no tiene mayor valor intrínseco que la de un oso gris (de hecho, algunos de nosotros argumentaríamos que la vida individual de un oso gris es más importante que una vida individual humana porque hay muchos menos osos grises). El sufrimiento humano resultante del hambre y la sequía en Etiopía es lamentable, sí; pero la destrucción de otras criaturas y del hábitat allí es aún más lamentable[xii]. Es expreso el reconocimiento de bastos intelectuales ambientalistas de que los humanos “son demasiados” (una negativa a reconocer la necesidad de disminuir la población humana de cara al futuro le define claramente a uno como un humanista y le coloca fuera de los límites de Earth First!…Frase de Dave Foreman) y frente a tal coyuntura surgen las más variadas especulaciones. Lo expuesto podría explicar entonces las razones que subyacen a que algunas teóricas pioneras en asuntos sobre ecologismo, como lo fue Petra Kelly[xiii], hayan adherido también al Feminismo moderno, cuya bandera a favor del aborto siempre está presente.
Al igual que Thomas Malthus, el conocido profesor y ecologista Paul R. Ehrlich[xiv] ve que la mejor alternativa para afrontar los males de la humanidad es evitar que nuevas vidas vengan al mundo. Tan convencido de su teoría estuvo que a la par de publicar su libro “The Population Bomb” también es patrón en “Population Matters[xv], una organización creada con el fin de generar conciencia respecto al crecimiento poblacional en relación al ambiente y los recursos naturales. Entre las múltiples comodidades que ofrece vivir en un sistema capitalista, más la influencia vil del ecologismo que considera a la existencia humana como un cáncer, las nuevas generaciones no encuentran razones para conservar la tradición más antigua del Hombre: formar familia.
La posmodernidad transita una era de relativismo en cada esfera del Orden Social, lo que permitió transformar al ecologismo en una nueva religión. La ciencia enseña que el “desastre” (es decir, cada desastre en particular, como pueden ser un terremoto, una sequía o una inundación es único y debe medirse en base a las consecuencias dañosas que generan en la sociedad) se produce por no ser evitado a tiempo el peligro natural mediante los cálculos económicos del costo-beneficio[xvi]. Mientras tanto, la religión verde, que niega toda tradición Judeo-Cristiana porque advierte que no hay razón empírica para afirmar la existencia de Dios, transita por un camino místico en el que la naturaleza posee una voluntad propia y se está vengando del hombre por haberla lastimado. En este vaivén del relativismo moral e ideológico, donde aparecen discursos en el que un animal tiene más derecho a la vida que una persona por nacer, la filosofía verde que promueve reducir la natalidad cobra un auge impresionante.
Occidente se sostuvo (entre otros pilares) gracias a la tradición que fomentaba la proliferación de la familia. Actualmente, sin embargo, dicho concepto ha sido tergiversado, por cuanto se considera que dentro de la noción de familia pueden ser incluidos dos amigos que coexisten bajo un mismo techo adoptando mascotas. Por lo expuesto es posible concluir que el Ecologismo es más peligroso que el Feminismo, ya que mientras este último sólo odia a una parte de la humanidad (a aquellos que pertenecen al sexo masculino), el primero odia a toda la población en general. Mientras la tradición greco-romana fomentaba la filantropía[xvii], es indiscutible que los sectores más radicalizados del ecologismo bregan por la misantropía como horizonte ético para la sociedad.

[i] Rousseau, J. Emilio o la educación (traducción de Ricardo Viñas). Ed.: elaleph.com (2000). p. 8
[ii] Entiéndase como “civilización” en el presente trabajo a la sociedad occidental cuya herencia cultural es esencialmente greco judeo-cristiana.
[iii] Niestzsche, F. Thus Spake Zarathustra (traducción de Thomas Common). Ed.: Boni and Liveright, New York (1917). p. 157
[v] Ejemplo específico es considerar que la agenda hegemónica del ecologismo en la actualidad es el “calentamiento global” mientras que en la década de 1970 era el famoso “enfriamiento global”:
[vi] Malthus, R. (1798) Primer ensayo sobre la población. (Traducción de Alejandro Gordillo Rodríguez) – Ap. 18.
[vii] Génesis 7:24 – el Gran Diluvio.  Quitando todo sentido místico, es un ejemplo puntual, entre tantos otros registros históricos, para demostrar que las amenazas naturales existen como fenómeno climatológico independiente de la conducta humana.
[viii] Nicolás Márquez – Agustín Laje, El libro negro de la nueva izquierda, Buenos Aires, Argentina: Grupo Unión (2016).
[ix] “El crecimiento por el crecimiento mismo es la ideología de la célula cancerígena” frase de Edward P. Abbey sobre el capitalismo. Abbey es un importante precursor de la filosofía verde radical siendo reconocido por sus escritos y su militancia ambientalista.
[x] Wanliss, J. Resistiendo al Dragón Verde, San José, Costa Rica: Editorial CLIR (2015).
[xi] https://www.heritage.org/trade/report/2018-index-economic-freedom-freedom-trade-key-prosperity (Chart 2) Basta con observar los informes de “The Heritage Foundation”  para apreciar en términos simples y concisos cómo las naciones que favorecen al capitalismo ostentan mayor ingreso per cápita, seguridad alimenticia, estabilidad política y un ambiente más sano.
[xiii] Petra Kelly, Por un futuro alternativo, Barcelona: Paidós Estado y Sociedad (1997).
[xvi] “Peligros naturales, desastres evitables. La economía de la prevención efectiva”. The World Bank – The United Natios. Ediciones Gondo (2010).

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