Imaginemos



Autor: Horacio Giusto Vaudagna



Sumergidos en los problemas diarios, rara vez nos detenemos a pensar en cuestiones que van más allá de las noticias políticas o económicas, que nos ocupan la mayor parte del tiempo. Para abstraernos un poco de los conflictos presentes, fácilmente palpables en los medios de información, propongo generar una simple y breve reflexión sobre una cuestión que padece un sector de la sociedad. Será necesario que usted como lector deba imaginar aquello que se le vaya relatando, sólo así podrá comprender el ejercicio teórico aquí planteado.
Imaginemos que usted es judío, proveniente de un seno familiar que le transmitió todos los valores del judaísmo y se siente orgulloso de su Fe. Desarrolló su juventud en el núcleo de una sociedad tolerante a la diversidad de pensamiento, lo que permitía que usted pudiera coexistir con distintos credos y dialogar pacíficamente con gente atea o agnóstica. Una vez ya maduro en su vida decide llevar adelante una prédica pública de su Fe, sin censurar a la voz disidente. Usted simplemente pretendería poder decir en cualquier espacio en qué cree y las razones por las cuales cree, ya sea que lo haga en una conversación en el trabajo o que dijera públicamente que le gustaría que algún partido político pudiera defender sus valores, tal como lo hacen los diputados de izquierda cuando exponen sus propias tesis.
Ahora imaginemos que en forma intempestiva, surge de la sociedad un líder que lleno de resentimiento por sus fracasos enarbola un discurso antisemita. Este líder comienza a desarrollar una serie de actividades que le permiten llegar a los más jóvenes a quienes adoctrina para unir a su causa. Estos jóvenes se forman en ese discurso de resentimiento e ingresan a medios de comunicación y universidades para irradiar por todo el tejido social su ideología. La esencia de este conjunto de ideas consiste en adjudicar al judaísmo las desigualdades que hay en la comunidad. Esta gente que multiplica el discurso antisemita aflora en todas las clases sociales; desde los más ricos hasta los más pobres comienzan a considerar que si la tradición judía desparece del país todos seríamos más felices. En un momento dado, consecuencia lógica de la práctica política, el discurso sólo no bastaría. Entonces comenzaría la acción directa. Esto implicaría legitimar que se incendien sinagogas, que se proscriba a diputados y senadores judíos votar cualquier proyecto de ley que implique una defensa a sus valores, escupir y amedrentar a cualquier joven que circule en la vía pública con una estrella de David, desear la muerte a los judíos mediante actos de vandalismo, imponer en colegios confesionales un programa de estudio que impida aludir cualquier tema vinculado a la Fe o que los rabinos no puedan opinar como ciudadanos libres en algún espacio público.
Imaginemos cómo nos sentiríamos si un grupo totalitario y violento nos atacara por diversas vías por el simple hecho de profesar nuestra Fe. Peor aún, si fueran los mecanismos estatales los que encubren y fomentan dicha persecución religiosa, ya sea a través de la censura por el aparato judicial, la imposición jerárquica en la educación o la propaganda violenta y humillante financiada por el Estado.
Este ejercicio teórico nos lleva a creer que es imposible que pueda volver a suceder en la historia un hecho tan trágico. Sin embargo, la obra “1984” de George Orwell no es una ficción lejana a nuestra realidad. Para comprender la afirmación anterior bastaría suplantar dos elementos de las premisas mencionadas; primero cambiar el antisemitismo por el feminismo y luego cambiar el judaísmo por el cristianismo.
Todos los elementos mencionados en la persecución religiosa son hechos reales que padece el pueblo cristiano en la actualidad. Cito sólo algunos ejemplos puntuales a cada acto, sin olvidar que existen cientos de casos similares registrados tanto a nivel local como mundial:

Lamentablemente las prácticas totalitarias no han desaparecido del núcleo de la sociedad. Nadie imagina hoy a un grupo de fanáticos reunidos, con el aval del Estado, durante tres días en el que planifican cómo atacar a los judíos y finalizado el encuentro ver cómo impunemente intentan destruir una sinagoga. Sin embargo, eso es lo que sucede en cada Encuentro Nacional de Mujeres cuando, luego de fomentarse a sí mismas el odio a la cultura cristiana, salen en hordas a devastar catedrales y agredir físicamente a quien quiera defender su Fe.
Espero que este ejemplo gráfico donde se trazan paralelismos mediante la imaginación permita al lector generar cierta empatía con quienes son perseguidos en nombre de su Fe. Si el feminismo se tratara de igualdad debería en primer orden tolerar la disidencia y no agredir a quienes se oponen a su proyecto político. La barbarie siempre logrará justificar su accionar, pero no por ello es que un individuo que aspira a vivir civilizadamente deba caer en las fauces de su discurso. Si las ideas del feminismo se tratan de paz y comprensión, ¿por qué requieren entonces ser impuestas por la violencia?.

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo. Se tacha a los cristianos -especialmente a los católicos- de homofobia. En realidad, lo que hoy en día se ve es la cristianofobia y la heterofobia.

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