Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Las reglas de la oferta y la demanda no son
patrimonio exclusivo de la actividad económica. En rigor de verdad, muchos
comportamientos realizados dentro de la comercialización de un bien o servicio
pueden ser comparados con las conductas desplegadas por los agentes dentro del
campo cultural, político o doméstico. Es útil comprender estas nociones para
considerar las razones por las cuales Argentina transita una decadencia
cultural, si es que uno percibe como decadente el actual sistema de valores.
Daniel Gattás[i]
explica: “… En las economías descentralizadas las decisiones referidas a la
producción de bienes y servicios, así como el modo en que utilizan las
economías domésticas su ingreso disponible, dependen de la voluntad de los
agentes económicos; pero esas actividades voluntarias no se constituyen como
comportamientos irracionales, sino que son resultado de un proceso en el cual
juegan un rol preponderante la oferta y la demanda…”[ii].
En esencia, cualquier agente, que goce de ciertos niveles de autonomía de voluntad,
podrá demandar aquello que considere que ha de satisfacer sus necesidades
dentro del abanico de ofertas que se le presentan. Si la sociedad en conjunto
demanda en forma masiva el consumo de programas mediáticos de contenido
mediocre, es a la luz de los hechos, porque ese tipo de contenido satisface la
necesidad de ocio y diversión que reclama un importante número de consumidores.
La cuestión a analizar radica en las razones por las
cuales hay mayor cercanía al consumo de lo burdo que al cultivo de las artes
tradicionales. Básicamente el problema radica en los motivos por los cuales los
sectores populares y aristocráticos de antaño, preferían el consumo de ciertos
servicios que enaltecen al hombre, mientras que en la actualidad se rinde culto
a lo obsceno, lo material y lo vacuo. La cultura que se encontraba arraigada en
lo más profundo de la identidad hoy se halla en un peligro por demás
considerable. Demostrado está que la reivindicación del placer por el placer
mismo, ha transformado a la sociedad en un acervo hedonista en la cual, cada
persona lejos de ser un fin en sí mismo para la realización de valores
trascendentales, se convierte en un objeto de goce para otros.
Separar las ideas de “Bondad, Belleza y Certeza” de
la noción de libertad es tan peligroso como la esclavitud misma. Cuando una
persona pierde la motivación para alcanzar su perfección queda inmersa en un
bucle sin fin, donde constantemente demandará frivolidades y superficialidades
que paradójicamente le dificultan salir de ese estado. La falta de proyección
en valores genera la tendencia a buscar el placer momentáneo, sin explorar las
consecuencias a futuro por la falta de arraigo al sentido de responsabilidad
que conlleva una elección libre. En esto punto vale recordar algunos datos que
arroja la realidad de Argentina: Sólo el 43% de los chicos termina la secundaria
en tiempo y en forma[iii]; el índice de embarazo
adolescente está entre los más altos de Latinoamérica[iv];
disminución de la cantidad de matrimonios y proliferación de la separación de
las parejas[v].
Como se puede observar, la libertad de elección debería estar acompañado de un
fuerte valor moral de responsabilidad, ya no sólo para el enaltecimiento
personal, sino para evitar daños en terceros, especialmente en aquellas personas
que se ven afectadas por decisiones en las que no pudieron participar.
La moda[vi]
invita al público a consumir un determinado producto. La tentación de estar a
la moda es grande por cuanto genera un sentido de pertenencia a cierto
colectivo. Sumado a esto, no es de menor importancia considerar que quien
adscribe a una moda se escuda de toda crítica, por cuanto encuentra resguardo
en conductas idénticas que otros realizan. La idea que subyace retoma la noción
de Rousseau cuando alega que la voluntad general de un pueblo es infalible. Sin
embargo, así como un individuo es susceptible de errar, nada impide que una
comunidad de individuos erren su camino también.
La nueva moda es entablar todo tipo de relación
separando por completo el compromiso. Claro está que en el devenir de una vida,
el individuo puede en reiteradas ocasiones faltar a sus responsabilidades; es
parte de la naturaleza caída del Hombre fallar en numerosas ocasiones en su
búsqueda de la felicidad. Lo que interesa al análisis es el intento colectivo
de legitimar la falta de compromiso, ya que en ello radican grandes diferencias
con el error individual. Si una persona es desleal a su pareja, antiguamente la
sociedad tendía a realizar un llamado a la reflexión para que se ordenen los
apegos; actualmente, la promiscuidad se ha vuelto un valor ético en sí mismo
concretado en nombre de la libertad.
Si hay una sociedad que demanda placeres y
libertades sin el filtro de la responsabilidad y compromiso, habrá un mercado
que atento a esta elección libre decida ofrecer aquello que satisface a los
agentes. La actual sociedad se encuentra en decadencia moral a raíz de las
elecciones que realizan sus propios integrantes. Tal como afirmara Russell Kirk[vii]:
“…Mi tesis es que la compleja cultura que hemos conocido se encuentra frente a
un grave peligro, y que nuestra civilización puede morir de letargia o ser
destruía violentamente o perecer por una combinación de estos dos males…”[viii].
La falta de cohesión e integración al compromiso en las decisiones genera la disolución
del principal núcleo social: la Familia. La Familia es la comunidad primaria en
la que una persona adquiere sus primeras nociones morales. Es esta comunidad la
que protege al individuo de amenazas foráneas, brindando un proyecto de vida en
común y los valores que acompañarán a la persona durante su existencia.
Disolver el compromiso a futuro implica que sólo trasciende lo que se vive en
el presente, descartando en consecuencia la necesidad de proyectar una familia
estable capaz de educar en valores a las próximas generaciones.
Es innegable que existe un intento de desmantelar
los valores familiares a causa de la presión que ejercen grupos culturales colectivistas[ix].
Ello responde a que la idea totalizadora de querer imponer un proyecto político
encuentra su freno en los núcleos familiares que resisten dicha invasión. Mas
no se sigue que todo acto en desmedro de los lazos afectivos y protectores de
los padres responda a una ideología marxista. En no pocas oportunidades, bajo
diversas excusas, los padres relegan su potestad educativa en valores hacia el
Estado u otras organizaciones externas. Si una persona quiere verdaderamente
ser parte de un cambio, más necesario que formarse intelectualmente o militar políticamente,
se requiere que en su propio ámbito personal fomente aquello que enaltece a un
ser humano. Sólo cuando todos los individuos se alejen del querer vivir un
presente sin proyecciones ni compromisos, se estará en presencia de individuos
moralmente fuertes, capaces de transmitir por sus propios actos los valores de
la honestidad, el respeto y la responsabilidad. En el momento en que las
personas asuman que la libertad está al servicio de un bien mayor, la sociedad
dejará de estar bajo la tiranía del libertinaje. Cuando la sociedad en su
conjunto demande vivir bajo estándares que hagan a la dignidad y decencia
humana, las ofertas culturales dejarán ser tan frívolas y burdas para comenzar
a ofrecer verdaderos baluartes de la expresión de nobles espíritus.
[i] Profesor
Titular de Universidad en UCC; Profesor Titular de Universidad en UNC; Estudió
Ciencia Política, Economía y Sistemas Electorales comparados en Católica de
Córdoba; Analista político; Director del Departamento de Estudios Básicos de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC.
[ii] Gattás,
D. “¿Cómo Funciona la Economía?”
(2014); Córdoba, Ed.: Advocatus.
[vi] Uso, modo
o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país.
(R.A.E.)
[vii] Russell
Kirk (19 de octubre de 1918 – 29 de abril de 1994) fue un filósofo político,
historiador y crítico social estadounidense, conocido por su gran importancia
para el renacimiento del pensamiento conservador clásico del siglo XX, en EE.
UU. en particular, y a través de su influencia en ese país, en el mundo
occidental en general.
[viii] Kirk, R.
“¿Qué significa ser conservador?”
(2009); Madrid, Ed.: Ciudadela Libros.
[ix] Para
mayor comprensión léase “El origen de la Familia, la Propiedad Privada y el
Estado” por Friedrich Engels.
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