Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Alexis
Carrel[i],
Premio Nobel en Medicina, en su obra “La Incógnita del Hombre” sostuvo: “Las glándulas sexuales no impulsan solamente
el gesto que, en la vida primitiva, perpetuaba la especie. Intensifican también
nuestras actividades fisiológicas, mentales y espirituales. Entre los eunucos,
jamás ha habido grandes filósofos, grandes sabios, o siquiera grandes
criminales. Los testículos y los ovarios ejercen una función extensa.
Primeramente dan nacimiento a las células macho o hembra, cuya unión produce el
nuevo ser humano. Al mismo tiempo, segregan sustancias que se derraman en la
sangre, e imprimen en los tejidos en los órganos y en la conciencia, los
caracteres macho y hembra. Dan también a todas nuestras funciones su intensidad
característica. El testículo engendra la audacia, la violencia, la brutalidad,
los caracteres que distinguen al toro de combate del buey que arrastra la
carreta a lo largo del camino. El ovario ejerce una acción análoga en el
organismo de la mujer. Pero éste no obra sino durante una parte breve de la
existencia. Al llegar la menopausia, se atrofia. La duración menor de la vida
del ovario da a la mujer que envejece una inferioridad manifiesta sobre el
hombre. Por el contrario, el testículo permanece activo hasta la extrema vejez.
Las diferencias que existen entre el hombre y la mujer no se deben
exclusivamente a la forma particular de los órganos genitales, a la presencia
del útero, a la gestación o a la educación. Provienen de una causa muy profunda,
la impregnación del organismo entero por sustancias químicas, producto de las
glándulas sexuales. La ignorancia de estos hechos fundamentales ha conducido a
los promotores del feminismo a la idea que los dos sexos pueden tener la misma
educación, las mismas ocupaciones, los mismos poderes, e idénticas
responsabilidades. En realidad, la mujer difiere profundamente del hombre. Cada
una de las células, de su cuerpo porta consigo la marca de su sexo. Otro tanto
ocurre con sus sistemas orgánicos, y, sobre todo, con su sistema nervioso. Las
leyes fisiológicas son tan inexorables como las leyes del mundo sideral. Es
imposible sustituir los deseos humanos. Estamos obligados a aceptarlos tales
como son. Las mujeres deben desarrollar sus aptitudes en la dirección de su
propia naturaleza, sin procurar imitar a los hombres. Su papel en el progreso
de la civilización es más elevado que el de aquellos. Hace falta, pues, que no
lo abandonen.”[ii]
Ciertamente
asignar un rol a la mujer implica un juicio valorativo con el cual se puede
estar en desacuerdo, o aprobarlo, según las íntimas convicciones morales que
uno posea. Sin embargo, la obra mencionada permite, cuanto menos, extraer
conclusiones válidas respecto a la diferencia natural entre el hombre y la
mujer. A la luz de la verdad, el humano, como organismo biológico, está
diseñado para su reproducción sexual; esto conlleva a que mínimamente, parte de
la identidad[iii]
de una persona está marcada por un elemento natural que ya le viene dado. Es
prudente, a su vez, remarcar que sería un terrible error reducir los conceptos
de “hombre” y “mujer” (Masculino / Femenino) a meras distinciones anatómicas,
pero sería igualmente falaz desconsiderar dichas diferencias dentro las
características inherentes a una persona.
Si
uno incursiona en la lectura de grandes referentes intelectuales del feminismo de
segunda ola[iv] va
encontrar un hilo conductor común a todas sus expositoras. La mujer es
considerada en un término histórico materialista dialéctico, tal como lo expusiera
Engels[v].
La principal preocupación de este movimiento fue irrumpir en la agenda
política, social y cultural para demostrar que la naturaleza propia de la mujer
no es un factor determinante en la elección de su rol en la sociedad. Se
plantea que la división natural de los sexos es en verdad una construcción
normativa, que de natural no tiene nada, sino que responde a los intereses de
un género predominante (se parte del hecho asumido de que la mujer tiene la máquina
productora de capital humano y que el hombre se la apropia a través de la
explotación). En este sentido, la liberación sexual es una afrenta al
pensamiento patriarcal (cabe recordar que Patriarcado es un concepto acuñado
por Kate Millet en 1970 para referirse a ese mundo hecho a medida del hombre),
donde quebrantar los roles femeninos y la maternidad se vuelve una
interpelación moral de todas las mujeres en solidaridad entre sus pares.
En
esa etapa de desarrollo de feminismo, en la que “naturaleza” y “roles sociales”
empiezan a correr por cuerdas separadas, todavía existía una asunción uniforme
de lo que debía considerarse como Mujer. La primera gran irrupción la provoca
Monique Wittig, feminista radical y escritora francesa, quien dijo “las
lesbianas no son mujeres”[vi].
Bastaría un breve extracto de la obra “El pensamiento heterosexual y otros
ensayos”[vii]
para comprender el pensamiento de Wittig: “La
continua presencia de los sexos y la de los esclavos y los amos provienen de la
misma creencia. Como no existen esclavos sin amos, no existen mujeres sin
hombres. La ideología de la diferencia sexual opera en nuestra cultura como una
censura, en la medida en que oculta la oposición que existe en el plano social
entre los hombres y las mujeres poniendo a la naturaleza como su causa.
Masculino/femenino, macho/hembra son categorías que sirven para disimular el
hecho de que las diferencias sociales implican siempre un orden económico,
político e ideológico. Todo sistema de dominación crea divisiones en el plano
material y en el económico. Por otra parte, las divisiones se hacen abstractas
y son conceptualizadas por los amos y más tarde por los esclavos cuando éstos
se rebelan y comienzan a luchar. Los amos explican y justifican las divisiones
que han creado como el resultado de diferencias naturales. Los esclavos, cuando
se rebelan y comienzan a luchar, interpretan como oposiciones sociales esas
presuntas diferencias naturales”. Tal como se aprecia, la idea de “mujer”
responde a una construcción cultural (donde se desplaza todo concepto de
naturaleza, ya que dicha noción forma parte de la epistemología del opresor),
razón por la que un ser que quiebre las construcciones normativas queda por
fuera de dicho rango conceptual.
Lo
expresado previamente vendría a ser la precuela del nuevo feminismo, ese que
impera en todos los aspectos de la sociedad actual, aquel que encuentra como
madre intelectual a Judith Butler cuando escribe “El Género en disputa”[viii].
El feminismo va a dejar de ser ese intento de encontrar una experiencia común
en la mujer que permita visibilizar el objetivo de lucha; ya no va a existir
tal cosa como la “mujer”. De una experiencia compartida se dará salto a una
experiencia propia, por lo que cabría preguntarse si efectivamente el feminismo
actual sigue manteniendo la tesis colectivista con la que fue originado el
movimiento, o si está dando un giro forzado a un intento de colectivización
heterogéneo.
Las
experiencias individuales son difícilmente asimilables las unas a las otras
cuando existen factores exógenos y endógenos por demás diversos. Si uno pensara
en el fenómeno del aborto, podría concluir desde una mirada feminista clásica,
que la mujer al ser destinada naturalmente a tareas reproductivas, puede querer
oponerse a la maternidad mediante la legalización de dicha práctica. En tal
ejemplo, existe una suerte de imposición cultural que fuerza la maternidad y
una reacción de aquellas mujeres que, compartiendo un factor natural como es la
capacidad reproductiva, busquen alianzas que permitan revertir su estado. Ahora
bien, si uno piensa en términos feministas modernos, no hay conexión posible
entre el reclamo que realice un grupo de mujeres obesas para prohibir un
desfile de moda y la puja de un grupo de hombres para consagrar a un varón como
ganador de un concurso de belleza femenina. Alguien podría contra argumentar
diciendo que siempre subyace una idea de justicia a las minorías. Sería un
argumento válido si no fuera porque el feminismo siempre tiende a atacar los
valores occidentales que protegen las libertades fundamentales de todas las personas.
Lo cierto es que la nueva ola de feministas carece de una doctrina unificadora,
incluso de posturas intelectuales robustas; en su gran mayoría, las posturas
son esencialmente relatos sentimentales propios que apelan a la emoción por
falta de una identidad común sólida. Cuan distinto resulta comparar dicha
postura con de la un católico, un republicano o un liberal clásico, quienes sin
perder su autonomía de voluntad, saben a qué doctrina pertenecen para, a partir
de allí, desarrollarse y progresar. La falta de identidad en el actual
feminismo lleva a una terrible esquizofrenia moral dentro de la sociedad. En
sólo siete días uno podría observar toda una campaña mediática, desde
proscribir concursos veraniegos hasta
marchas de mujeres para que puedan circular con sus pechos totalmente
descubiertos. Pareciera ser que para ser feminista sólo se requiere percibirse feminista.
La
división entre Sexo (naturaleza) y Género (rol asumido) es para Butler, y todo
el feminismo actual, una falsa disyuntiva. Para Butler, el género es una
actividad preformativa que se logra mediante la reiteración de actos, razón por
la que la idea de “mujer” en sentido natural no es más que una parte de toda la
construcción social que hace a la heteronormatividad. Por lo tanto, hay un feminismo
sin mujeres, lo que equivale a decir que hay un árbol al que se le extrajo su
raíz. Pero, mientras el feminismo actual niega la categoría “mujer” como
elemento dado por la naturaleza, la realidad biológica parece indicar que hay
elementos en la identidad de los humanos que, independientemente de la
denominación que se les otorgue en el campo lingüístico, condicionan a la
persona (piénsese que el embarazo sólo lo transita un cuerpo que, independiente
de su percepción masculina o femenina, posea un útero que lo permite).
A
riesgo de redundancia, es preciso no perder de vista que el humano es un
organismo biológico de reproducción sexual[ix].
Correspondería ahora a quien defienda este nuevo “feminismo sin mujeres”,
explicar que el deseo natural de propagar la especie es resultado de proceso
cultural heteronormativo y no consecuencia de la propia naturaleza humana. La
sociedad actual asiste en forma anestesiada al encuentro de una mujer que no es
mujer; es decir, la mujer es interpelada para que vea en el deseo heterosexual
(sin desconocer sus implicaciones culturales como el cortejo, la seducción, la
reproducción y la protección) una inmoralidad. El feminismo, lejos de ampliar
las perspectivas para que una persona pueda vivir su feminidad conforme sus más
íntimas convicciones, está demonizando la actividad heterosexual de la mujer
promedio y sacralizando cualquier parafilia, sea que la realice un hombre, una
niña o algún sujeto de extrañas condiciones mentales. No debe existir ejemplo
más paradigmático que el de Beatriz Preciado (ahora denominado Paul Preciado),
filósofa feminista referente de la Teoría Queer, para explicitar esta
preocupación por el deseo heterosexual. Preciado insta a una “huelga de úteros”[x] al
decir “invito a todos los cuerpos a hacer
huelga de útero. Afirmémosnos como ciudadanas totales, no como úteros
reproductivos. No sólo a través de la abstinencia y la homosexualidad, sino
también de la masturbación, de la sodomía, del fetichismo, de la coprofagia, de
la zoofilia… y del aborto”.
En
conclusión, el feminismo actual se ha desprendido de una noción firme y estable
de lo que significa ser mujer. El edificio sobre el que se construyeron años de
luchas (independiente del juicio de
valor que cada uno tenga al respecto) ha sido bombardeado en sus cimientos, ya
no por los detractores al movimiento sino por sus propios adherentes. Hoy al
feminismo le interesa más que un hombre gane un concurso de belleza femenino
que la protección a una mujer que no desea abortar. Existe un cruel desprecio
por la naturaleza y aquello que viene dado, pero olvida este nuevo feminismo
que la realidad siempre supera la ficción. Es muy riesgoso creer que el humano
es un dios capaz de crear todo desde la nada; esto implicaría a un niño
amputarlo de cualquiera de sus partes bajo el argumento de que en el futuro
desarrollará las extremidades que él desee y no las que debía imponer la
naturaleza. Este deseo creacionista del feminismo ha suprimido a la mujer y
desea crear un híbrido nuevo que responda a una distribución igualitaria entre
los sexos masculinos y femeninos. El problema es que muchas personas sufrirán
en ese intento de rediseño humano y finalmente el proyecto feminista fracasará,
todo por una simple y sencilla razón: “Existirá
la verdad aunque el mundo perezca”.
Bibliografía
utilizada:
I.-
Levet, B., (2018), Teoría de Género,
Santiago, Chile: Instituto de Estudios de la Sociedad
II.-
Letche, L., (1997), 50 pensadores
contemporáneos esenciales, Madrid, España: Cátedra S.A.
III.-
Mora, J., (2006), Diccionario de
Filosofía abreviado, Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana S.A.
[i] Alexis
Carrel: médico, biólogo y pensador francés, que unió la materia y el espíritu.
Fue un extraordinario ejemplo de un hombre de ciencia abierto a las honduras
del pensar. La influencia de los consejos de su madre, determinaron su
personalidad moral y su fe cristiana. En Lyon, en 1893, inició sus estudios en
medicina. Rápidamente, atraería la atención de sus colegas por sus aportes a la
cirugía experimental vinculados al transplante de venas y órganos, el
rejuvenecimiento artificial de tejidos cultivados, y la técnica operatoria de
la anastamosis vascular. En 1903, llegó a Lourdes con un tren de enfermos
peregrinos. Presenció la milagrosa curación de una jovencita que padecía una
peritonitis tuberculosa. A pesar de la imposibilidad científica de esta curación,
Carrel, movido por una genuina honestidad intelectual, da testimonio de su
realidad en el libro de comprobaciones médicas en la oficina de Lourdes. La
reacción de sus colegas fue furiosa. Todo el ámbito académico se transformó
para él en una continua borrasca hostil. Entonces, luego de cuatro meses de
cavilaciones en Paris, decidió trasladarse a Canadá para dedicarse a la
agricultura y ganadería. Pero el destino lo llevó allí al Hospital General de
Quebec. Los médicos de aquella institución hospitalaria lo convencieron para
que continuara sus investigaciones en medicina experimental. Luego se
estableció en Chicago. Allí, recibió la devastadora noticia de la muerte de su
madre. Logró superar la amarga pérdida mediante un frenético ritmo de trabajo.
Carrel descolló no sólo como investigador sino también como conferencista
reputado. En 1912, se le concedió el Premio Nobel de Medicina por sus
innovadores aportes en el campo quirúrgico. En 1916 actuó como médico
voluntario en la primera guerra mundial. Allí siempre permaneció cerca de los
campos de batallas más feroces. En 1933 fue convencido para plasmar en una obra
sus reflexiones que unían la inquietud humanista con la experimentación
científica. Así, nació La incógnita del hombre, obra que se convertiría en una
suerte de Biblia para una generación ávida de trascendencia. En 1935, surgió su
idea de fundar una institución que se abocara a "una reconstrucción del
hombre civilizado". Carrel manifestó entonces: "es necesario un
centro del pensamiento sintético, una institución consagrada a la integridad
del conocimiento que podría llamarse ¨Instituto del Hombre o de la
Civilización¨. En 1941 escribió La conducta en la vida. Cuando estalla la
Segunda Guerra, regresó a su Francia natal para colaborar con sus compatriotas.
Su corazón dejó de propagar su música en este mundo en 1944.
[ii] Carrel, A. La incógnita del Hombre – Ese hombre
desconocido (1935). Extraído en http://www.ajm.org.ar/biblioteca/AlexisCarrel-La%20IncognitadelHombre.pdf.pdf
[iii] Identidad
según una de las definiciones que considera la Real Academia Española: “Conjunto de rasgos propios de un individuo o
de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”.
[iv] Considerando como tal aquel movimiento feminista que
incursiona en la liberación sexual y el desarraigo de roles asumidos
socialmente; dicho fenómeno se produce a partir de mediados del S. XX hasta
comienzos de la década de 1990, entre en feminismo sufragista y el inicio de
las corrientes “queer”.
[v] Engels, F. El origen de la Familia, la Propiedad
Privada y el Estado - Archivo Marx-Engels de la Sección en Español del
Marxists Internet Archive
[vi] Conferencia
anual de Modern Languaje Association en New York.
[vii] Wittig, M.,
(1992), El pensamiento heterosexual y
otros ensayos, Madrid, España: EGALES, S.L.
[viii] Butler, J.,
(1990), El Género en disputa,
Editorial San Gatuno. Trad.: María Antonia Muñoz
[ix] Diferencia entre Reproducción Sexual y
Reproducción Asexual, recuperado en: https://diferencias.eu/entre-reproduccion-sexual-y-reproduccion-asexual/
[x] Huelga
de úteros, extraído en: https://blogs.publico.es/numeros-rojos/2014/01/29/huelga-de-uteros/
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