Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Más
de 2.000 años han transcurrido desde la venida al mundo de Nuestro Señor. La transmisión
de un suceso trascendental en la historia de la humanidad está signada por la
propia naturaleza caída del Hombre. Ciertamente, la falibilidad humana y sus
vicios intrínsecos han generado que la tradición de la Navidad, lejos de ser un
hecho solemne de conmemoración, se haya convertido para un extendido número de
hombres y mujeres, una banal ocasión reuniones que giran en torno a la gula, la
vanidad y la pereza.
Cuán
indigna se vuelve una conmemoración religiosa cuando la misma está sesgada por
el alcohol, la comida en abundancia, los fuegos artificiales y la espera de
regalos. Ciertamente es loable que la tradición permita unir a las familias, acercando
los lazos y promoviendo la unión de la comunidad, mas no por ello ha de
perderse el significado de lo que realmente es la Navidad. No podría uno
considerarse un hombre de Fe si, mientras Nuestro Señor elige nacer entre
animales y humildes pastores, se celebrase su venida al mundo en los excesos
que permite la cultura actual.
La
realidad cotidiana de una familia promedio se encuentra alienada de todo
vestigio de sacralidad y respeto a los legados generacionales de los Santos
Padres. Bastaría ver cómo los más jóvenes, inocentes y deseosos de buscar una
figura a emular, son confundidos por ávidas mentes detractoras de la tradición
católica. La modernidad hizo fenecer la imagen de San Nicolás, obispo oriundo
de Turquía y nacido en el año 280. Este Santo, que hizo de la caridad y la
entrega desinteresada una forma de vida, ha sido desplazado por la insípida
figura comercial de Papa Noel. Mientras San Nicolás combatió fielmente al
sacerdote hereje Arrio, el soso Papa Noel se muestra al mundo como un
conformista hombre que no hace distinción alguna entre sus adeptos. Tal es así
que, independientemente de la religión a la que uno pertenezca, la festividad alcanza
a todos.
La
modernidad, clima perfecto para relativistas, muestra a Papa Noel como una
sacra figura que hace del consumismo vacuo un mandato divino. Criticar la
figura comercial implica una condena que, en más de una ocasión, ni los propios
sacerdotes se animan a realizar por temor a las consecuencias. Es bien sabido
que el mal nunca se presenta como mal; más de un lector considerará que la
figura de Papa Noel es inofensiva. Ciertamente cada uno posee la libertad de
conciencia para expresarse en este punto.
La Navidad moderna se presenta a la sociedad como un rito vacuo de espiritualidad pero plagado de placeres mundanos. Quien no profese una Fe de Verdad y Vida es libre rendir culto a lo que considere válido. Pero la preocupación debiera recaer en aquellos que sí creen en la divinidad de Cristo. Si Cristo se hizo humano para tomar la mano de la Humanidad y guiarla, la devoción a Él tiene que ser motivo de júbilo. En efecto, la Navidad debiera ser un desborde de amor y unión de uno con Dios, la Familia y la Comunidad; Por ello no es prudente transformar tal conmemoración en excesos sólo porque lo permite la modernidad. La Navidad sin Jesús como centro y eje de la vida no es más que una mera reunión de comensales dispuestos a ingerir una vasta cantidad de calorías.
La Navidad moderna se presenta a la sociedad como un rito vacuo de espiritualidad pero plagado de placeres mundanos. Quien no profese una Fe de Verdad y Vida es libre rendir culto a lo que considere válido. Pero la preocupación debiera recaer en aquellos que sí creen en la divinidad de Cristo. Si Cristo se hizo humano para tomar la mano de la Humanidad y guiarla, la devoción a Él tiene que ser motivo de júbilo. En efecto, la Navidad debiera ser un desborde de amor y unión de uno con Dios, la Familia y la Comunidad; Por ello no es prudente transformar tal conmemoración en excesos sólo porque lo permite la modernidad. La Navidad sin Jesús como centro y eje de la vida no es más que una mera reunión de comensales dispuestos a ingerir una vasta cantidad de calorías.
Sin
más para agregar, el más genuino deseo
de que esta fecha sea un momento de felicidad y amor, especialmente para que
cada uno pueda hallar el bienestar que tanto busca.
La Navidad sin Jesús como centro y eje de la vida no es más que una mera reunión de comensales dispuestos a ingerir una vasta cantidad de calorías. Exelente conclusión!
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