Durante
el año 2018 transcurrieron diversos sucesos que significaron un cambio en la
sociedad, desde que todo el arco social debiera posicionarse a favor o en
contra del aborto, hasta que cada simple vecino estuviera informado respecto a
los cambios políticos en Brasil. Empero, el año que recientemente feneció hubo
algo que no logró modificar para bien: el alarmante número de mujeres víctimas
de algún delito por parte de sus parejas. Ciertamente, la sociedad contemporánea
ha presenciado las más diversas soluciones a un problema real que la
convulsiona. Dentro del aparato estatal se han creado unidades especiales de
contención y asistencia a la víctima, con todo el despliegue burocrático que
ello implica, a la par que, por fuera de la estructura del Estado, una
cuantiosa cantidad de movimientos feministas han luchado por cambiar ciertos
patrones culturales. La realidad es que todo este voluntarismo no ha mermado en
nada la cantidad de crímenes que padece un determinado sector de la sociedad.
En
este punto sería útil y oportuno reflexionar sobre la “Prudencia”, directriz de
todas las virtudes. La prudencia ordena todas las acciones a un debido fin, por
los medios convenientes, para que una obra se ejecute correctamente. Ser
prudente, asimismo, implica estar en equilibrio entre dos extremos, tal como un
hombre que para hacer el bien no es temerario ni temeroso, lo cual marca la
justa senda para llegar a un objetivo en forma responsable.
Muchos
problemas de violencia dentro de una pareja se evitarían si los miembros de la
misma optaran por ser prudentes al momento de conocerse. Nadie racional diría
que una mujer se quede encerrada en su hogar por temor a que la puedan herir,
como así también habría cierto acuerdo de que es imprudente entablar algún tipo
de conexión íntima con un completo desconocido. Toda persona de bien anhela
vivir en una utopía en la que cada uno respetara los derechos del prójimo, pero
la verdad sobre el género humano dista mucho de ese idealismo. Entonces, ya que
es un hecho objetivo de que ciertas personas van a causar un daño, actuar con
prudencia se vuelve una obligación moral para poder estar seguro y feliz con
las decisiones que se tomen.
Quizás
decir que una señorita no se apresure en entablar una unión afectiva o íntima
con un desconocido suene arcaico y sea motivo de repudio, pero no porque un
mensaje sea ortodoxo debe uno dejar de decirlo. Las emociones son volátiles
mientras la razón suele ser más perdurable en el tiempo. Si una mujer espera a
que pase su instante de enamoramiento y logra ver quién es la persona que
realmente tiene al lado, antes de que se forme una familia, los casos de
violencia disminuirían drásticamente. Es la penuria diaria de muchas mujeres
que, sorpresivamente, padecen un daño físico, psicológico o sexual por parte de
quien decía amarlas. Pero cabe preguntarse si realmente ese “amor” era
profundo, oblativo, abnegado y servicial, o si por el contrario, era una “amor”
egoísta, ruin y falso que sólo buscaba satisfacer intereses propios. La
humanidad, sea cual sea el sexo con el que se nace, está marcada por su
naturaleza caída. Tanto hombre como mujer pueden dañar, mentir o abusar, por lo
que, si uno sabe de tal potencial peligro, habría que ser obtuso para desoír un
consejo que interpela a actuar con cautela.
Mientras
el feminismo arenga a una guerra de mujeres contra el patriarcado, exhortando a
una libertad irrestricta sobre el género femenino, la cruda realidad ha
mostrado que sus métodos sólo han generado mayor disfuncionalidad en las
familias presentes. Es posible que sea momento de proponer soluciones que la
tradición ha demostrado efectividad.
Como
simple ejemplo para finalizar, piénsese en el “sexo casual”. A la luz de la
verdad, el sexo nunca es una casualidad, ya que impronta siempre la potencial
causalidad de una vida nueva. Más allá de eso, tómese el caso de dos jóvenes que
en su primera cita que decidan mantener un contacto íntimo, donde seguramente
exigirían, cuanto menos, el cuidarse y respetar la voluntad de ambos. Pareciera
ser que esta forma de sexo casual es prudente, pero nada más lejos de la
realidad. Uno nunca sabe quién está al frente; de allí que luego aparecen
centenares de denuncias por abusos o maltratos, y peor aun cuando se suma un
embarazo no esperado con alguien que ni siquiera tiene voluntad de formar
pareja. Mentir se ha vuelto algo cotidiano en una sociedad corrompida hasta en
lo más profundo de su ethos, por lo que cabe preguntarse, si uno por prudencia
no deja entrar al hogar a cualquier extraño, ¿Por qué dejan ingresar al propio
cuerpo a cualquier desconocido?
Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Gracias Horacio por estas palabras, tan acertadas como siempre. Lo feo es que para que llegue el día en que digan "la pucha, qué razón tenía Horacio", habrán pasado años y años de desaciertos en su forma de vivir, ya que por ahora estas palabras son inútiles para ellos y no dan brazo a torcer.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras y su tiempo.
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