La dualidad interna de las personas


Autor: Ana Casermeiro Almirón

La sociedad contemporánea presenta fuertes rasgos de una cultura consumista y esteticista; esto obliga a reflexionar sobre un fenómeno latente en las relaciones personales. Los estímulos actuales que presenta la vida en sociedad (desde la publicidad comercial hasta los planes de estudio gubernamentales) favorecen a la existencia dual de las personas.
Dentro de la dualidad que vive un individuo promedio, se encuentra por un lado el endiosamiento de sí mismo, vanagloriando sus propios caprichos sin justificación racional y moral alguna. Tal expresión de magnificencia propia implica ir en desmedro de la dignidad de terceros. Quienes exteriorizan tales los delirios de grandeza intentan que sus pares obedezcan silenciosamente sus apetencias, ya que toda crítica no implica sólo un acto de rebeldía, sino la escucha de una verdad que iría en contra del universos de fantasía que construyó en su propia mente. Ejemplos simples y variados se presentan en el acontecer diario, donde hay personas que sostienen que un perro y un hijo son cualitativamente lo mismo, hombres que obligan mediante el Estado a ser reconocidos como mujeres, sectas modernas que se arrogan potestades religiosas y proscriben una religión bimilenaria, gente que cree que se puede ser liberal a la vez que roban desde el Estado, niños que blasfeman pero si reciben una crítica la consideran una censura; todo esto grafica una triste realidad, que es el devenir del sentimiento por sobre la razón.
El sentimentalismo ha obscurecido aquel mundo externo que rodea al ser humano. Contra toda evidencia, las personas se autoproclaman dioses según su propio sentir, capaces de crear un mundo según su imaginación. En principio nadie objetaría que cada hombre y mujer vivan conforme a sus íntimas convicciones, pero ciertos deseos han resultado ser un verdadero daño a terceros inocentes. Piénsese en algo tal como la mujer embarazada, que a pesar de llevar una vida en su vientre, considera que su voluntad de abortar pesa más que toda la evidencia científica y argumentación moral que los grandes pensadores supieron esbozar. El imponer las auto percepciones rompe una suerte de acuerdo tácito que hay entre las personas; si bien existe una amplia heterogeneidad de pensamientos, ciertas premisas requieren de un consenso para ser aplicadas, y dicho acuerdo suelen buscarse en factores externos y objetivos a la personas (nada más paradigmático que el argumento del Derecho Natural para justificar la desobediencia a leyes positivas que atentan contra la dignidad humana). Eliminar la noción de Verdad, o cuanto menos, la búsqueda y aproximación a la misma, implica darle poder a cada ser humano de construir su propia realidad. Más allá de la ausencia de Caridad que posee esta nueva corriente de pensamiento, si cada uno posee su propia realidad, absolutamente todo, incluso algo tan repudiable como el sexo con menores o el filicidio, debería ser tolerado, porque rechazar tales acciones implica asumir que hay preceptos que sobrepasan aquel mundo de fantasía que ciertos agentes quieren imponer.
La imposición de verdades propias implican cercenar la libertad de terceros, ya sea obligando a que gente de Fe deba llamar “mujer” a un “hombre” o debiendo pagar impuestos que financien el adoctrinamiento en niños. El aparato coercitivo del Estado lo hace posible, desviando y corrompiendo el sentido de Justicia y Legitimidad que debería tener toda autoridad.
Por el otro lado de la dualidad, ya no tenemos a esa persona que se estatuye a sí misma como un dios mortal capaz de crear su propio universo sin considerar la dignidad y libertad de sus pares. En este punto encontramos la miseria propia de la persona, que consiente de ella, lejos de repelerla en búsqueda de un bien mayor, la abraza como trofeo de guerra. Se desprecia el ser humano a sí mismo, justificando toda vida de exceso, vicio y lascividad. Real es que nadie está exento de culpas y fallas, pero mientras en tiempos pretéritos se admitía tal imperfección y se buscaba afrontar tal culpa, actualmente se intenta hacer pasar por virtud el error. Producto de ello es que se incrementa el consumo de pornografía en niños, las relaciones afectivas desaparecen para dar lugar a encuentros casuales (con los riesgos físicos y emocionales que eso conlleva), las familias se vuelven disfuncionales, la valentía y fidelidad son motivos de burla, la formación intelectual es desmerecida entre opinólogos, la cobardía del insulto desde la distancia y el anonimato es moneda corriente, la búsqueda de placer momentáneo justifica destruir un matrimonio con hijos; todo lo expuesto desenvaina una amalgama de resignaciones en las que la persona, viéndose a sí misma perdida en un mar de excesos, decide simplemente dejarse llevar por el mundo al considerar lo difícil que es vivir de una forma diferente.
Por todo lo que se dijo resulta oportuno pensar las personas que lo rodean a uno se dejan llevar por las cosas mundanas que ofrece la sociedad actual. Incluso resulta más prudente aún, reflexionar si efectivamente uno asume un papel de deidad en la que menosprecia a los demás en búsqueda de su utilidad momentánea, a la vez que abraza las propias miserias por no creerse lo suficientemente fuerte como para vivir sin vicios ni excesos.


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