Crónica de una violación anunciada


No me mataron, pero la vida que tenía antes me la quitaron” fueron las palabras de Gabriel Luis Fernández, un trabajador radicado en cercanías de Capilla del Monte, en los momentos previos al inicio del juicio que buscará reestablecer el orden alterado a causa de la barbarie que imperó por sobre la civilización, el cual ha dado inicio durante el mes de noviembre de 2019.
El señor premencionado, en el año 2017, fue acusado por su ex pareja en la red social “Facebook” de ser perpetrador de un abuso sexual contra la hija de su entonces conviviente. Desde ya es prudente mencionar que la actuación judicial nunca pudo demostrar que Gabriel Fernández fuera responsable de dicha adjudicación delictiva. Pese a ser una falsa acusación, los inventos deshonestos y maliciosos de la mujer pusieron al descubierto, una vez más, que la perversión y el sadismo no es patrimonio exclusivo de un solo género.
La exposición de la falsa acusación hecha por Flavia Silvana Saganias, quien fuera pareja de Fernández durante cinco años hasta que este último decidiera terminar la relación afectiva dos meses antes del suceso fatal, se viralizó en forma descomunal ya que el promedio de la gente rara vez reflexiona aquello que comparte; el deseo de algunos de sentirse útiles en la contribución de una supuesta causa justo convirtió a muchos en cómplices de un terrible delito al contribuir en la difusión e instigación de un acto barbárico. Producto de la viralización de una falsa noticia, es que el domingo 13 de agosto de 2017 se presentaron en la humilde vivienda de Fernández su excuñado Enrique Emiliano Saganias y su exsuegra Mónica Graciela Bonifacio, que habían ido desde Buenos Aires a buscarlo. Ambas personas a su vez estaban acompañadas por un tercero el cual se encuentra aún bajo investigación. Bajo el engaño de Enrique Saganias que prometía un diálogo civilizado, Fernández abre la puerta de su hogar y allí empieza la fiel exhibición de lo que es capaz una persona que irreflexiva que se deja manipular por las viralizaciones y falsas denuncias que proliferan en la actualidad.
Fernández es golpeado brutalmente por todos los presentes; en dicho momento es apuñalado varias veces. Ya moribundo es arrastrado al patio donde es atado con alambres a un árbol, dejándolo más indefenso de lo que ya se encontraba luego de la brutal paliza del malón. Sometido a cualquier voluntad y sin posibilidad alguna de resistencia, esta persona sindicada de un delito el cual la Justicia determinó su inocencia, fue abusado sexualmente en forma gravemente ultrajante. En tal circunstancia, sin perder el conocimiento observaba cómo, reducido ahora a punta de pistola, era filmado para deleite de los partícipes. Los victimarios, no conformes con su sadismo manifiesto, decidieron incinerar la casa de la víctima.
Fue la voz de alerta de un vecino lo que pone en situación de fuga a los delincuentes, permitiendo ello salvar la vida de Fernández. El fiscal de aquel entonces, Martín Bertone, fue quien concluyó que la denuncia por el abuso era falsa y pudo a su vez identificar a los atacantes. Flavia Silvana Saganias fue imputada como instigadora de los presuntos delitos de incendio, privación ilegítima de la libertad, abuso sexual gravemente ultrajante doblemente calificado y homicidio doblemente calificado en grado de tentativa; para sorpresa de nadie ella se encuentra procesada en libertad. Mientras tanto en la cárcel de Cruz del Eje permanecen Mónica Graciela Bonifacio y su hijo Enrique Emiliano Saganias quienes deberán responder ante los jueces y el jurado popular por los supuestos delitos de incendio, privación ilegítima de la libertad, abuso sexual gravemente ultrajante doblemente calificado y homicidio doblemente calificado en grado de tentativa.
Es justamente para evitar la justicia a mano propia, que históricamente terminó en un desbalance, que la organización política ha buscado formas más civilizadas de acercarse a la verdad. Viralizar noticias de supuestos abusadores parece ser la nueva moda de personas que son completamente ignorantes de las consecuencias que ello genera; muchas personas piensan que esta forma es una noble contribución a la restitución de un orden alterado, pero desconocen el trasfondo real que hay detrás de cada información. El simple hecho de compartir una acusación puede convertirlo a uno en parte de una cadena causal que acabe con la vida de un inocente. La próxima vez que una persona, generalmente aquellas cegadas por el odio injertado por ideologías conflictivas, defienda el escrache en redes sociales a los hombres, debería pensar si moralmente no es distinta su actitud a la de un violador. El abuso de poder y la justificación a sí mismo para lesionar a otro en su honor, vida o libertad, son indicios de una patología perversa que se dispersa cada vez en la sociedad contemporánea.
Quienes compartieron una noticia se posicionaron a favor de los verdaderos violadores, creando una ironía propia del modernismo; aquellos que buscan proteger al inocente son los principales responsables de su eliminación. No pareciera que las personas vayan a reflexionar de aquí en más antes de compartir una noticia, pero es prudente hacer un llamado general con la esperanza de que los justicieros sociales que actúan desde un celular comiencen a discernir un poco sobre sus acciones. La próxima vez que se vea a una mujer acusar a una expareja de un delito vinculado a la Violencia de Género, la prudencia manda a posicionarse en el centro de la balanza considerando ambas versiones con objetividad. Piénsese que nadie tuvo presente la posibilidad de defensa con Fernández, que ni siquiera tenía red social pero fue atacado abusivamente bajo la anuencia de aquellos que supuestamente están en contra de los abusos. Sin embargo, ni la privación de su libertad, la destrucción del hogar o las vejaciones sufridas afectaron tanto a Fernández como, según el mismo dijo: “Lo que más lamento es que perdí una computadora en la que tenía las fotos de un hijo que falleció”.
Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Fuente: La Voz del Interior

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