Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Eugenesia
es el término acuñado por el polímata británico Francis Galton (1822-1911). El científico en cuestión fue
primo de Charles Darwin; las investigaciones darwinistas sirvieron como fuente
de inspiración a Galton quien sentó las bases para el estudio sobre las desigualdades
biológicas e intelectuales de los hombres y de las razas humanas (diferencia de
naturaleza hereditaria inmutable). Lo que en Galton comenzó como un simple
experimento para mejorar la raza de los caballos, con el pasar del tiempo,
devino en fundación el Laboratorio Eugenésico de Londres en el año 1904.
Ciertamente, Galton promovió cuanta campaña pudo, a través de asociaciones o
fundaciones, para que la eugenesia se convirtiera en política de Estado.
Las
ideas eugenésicas, a grandes rasgos, poseen tres grandes principios: El Ser
Humano es perfectible; Existen seres humanos en un menor grado de evolución;
Las diferencias biológicas repercuten en los fenómenos sociales. En este
sentido es oportuno recordar que para Galton la eugenesia, en su técnica, se
manifiesta positiva o negativamente. En su faz positiva promueve la
conservación de ciertas características mediante la reproducción de
determinados grupos sociales; en su faz negativa, y aquí se vislumbra el origen
de la multinacional abortista, la característica principal es limitar la
reproducción de aquellos agentes sociales que se consideran inferiores.
Si algún lector de ojo sagaz ingresa a la web
de “International Planned Parenthood Federation” observará que dicha empresa
multinacional prestadora de servicios abortistas exhibe en sus fotos
decorativas a personas de diversas etnias, especialmente africanas, hindúes y
latinoamericanas. Lo que parece una simple sutileza vinculada a la diversidad y
la inclusión, en rigor de verdad, es una cruda puesta en escena de cuál es el
público al que intentan dirigir sus prestaciones. Con un criterio prudente
alguien podría considerar que es una cruenta teoría conspirativa afirmar que la
empresa no sólo lucra con el aborto de vidas indefensas, sino que además busca
reducir ciertos tipos étnicos en el mundo. Bien uno podría observar en qué
clases de países es que IPPF invierte más dinero para expandir sus servicios,
pero más acertado sería simplemente remontarse a su origen.
Margaret
Sanger (1879-1966) fue una enfermera estadounidense encarda de fundar durante
1916, en Nueva York, la primera clínica de control de desarrollo demográfico en
los Estados Unidos. Sanger era activista a favor del control del crecimiento
demográfico de la raza negra en EEUU; por tal razón, en 1921, crea la “Liga Americana
para el Control de la Natalidad” la cual se convertiría en en 1942 en la
Federación americana para la planificación familiar (Planned Parenthood
Federation of America - PPFA) que, asociándose a otros organismo
internacionales, crea en la India (1952), la Federación Internacional de Planificación
Familiar (IPPF) de la que fue su presidente hasta 1959.
Válido es recordar las
propias palabras de Sanger para justificar la segregación de discapacitados cuando
dijo en Control de población y Salud de las mujeres (1917): “En la historia temprana de la raza, la
llamada «ley natural» [es decir, la selección natural] reinaba sin interferencias.
Bajo su inmisericorde regla de hierro, sólo los más fuertes, los más valientes,
podían vivir y convertirse en progenitores de la raza. Los débiles, o morían
tempranamente o eran muertos. Hoy, sin embargo, la civilización ha aportado la
compasión, la pena, la ternura y otros sentimientos elevados y dignos, que
interfieren con la ley de la selección natural. Nos encontramos en una
situación en la que nuestras instituciones de beneficencia, nuestros actos de
compensación, nuestras pensiones, nuestros hospitales, incluso nuestras
infraestructuras básicas, tienden a mantener con vida a los enfermos y a los
débiles, a los cuales se les permite que se propaguen y, así, produzcan una
raza de degenerados”. Incluso, en “Un Plan para la Paz” (1932), afirmó que
se debe: “mantener cerradas las puertas
para evitar la entrada de ciertos extranjeros cuya condición se sabe es
perjudicial para la raza, como los débiles de mente, idiotas, retrasados,
locos, sifilíticos, epilépticos, criminales, prostitutas profesionales y otros
de esa clase… Apliquen
una rígida política de esterilización y segregación a aquellas partes de la
población cuyo progenie ya esté corrompida o cuya herencia sea tal que
características perjudiciales puedan ser transmitidas a su descendencia”.
Margaret
Sanger creía, al igual que los defensores de la Eugenesia, que existía un
determinismo biológico del cual no se podía escapar porque el mismo ya está
grabado en la carga genética. El racismo, la desigualdad social, la
competitividad, las guerras, el hambre, las enfermedades, la agresividad, las
diferencias entre sexos, el libre albedrío o el altruismo, son justificados por
los deterministas biológicos, esencialmente, a partir de factores heredados por
los genes, los cuales a su vez se rigen por los procesos evolutivos que operan
en la selección natural. Dicha selección
natural justifica el ejercicio de autoridad, dominio y opresión, sobre los
“naturalmente” menos favorecidos, sobre la base de una aparente escasez de
recursos o al notable y progresivo crecimiento de las poblaciones, factores que
en última instancia, según los deterministas biológicos, condicionan la
conducta humana.
Como
puede apreciarse, Margaret Sanger creyó en la “Eugenesia” y el “Determinismo”
al momento de fundar el germen de IPPF, empresa destinada a reducir la
población. Cuestión central es que ambos encuadres encuentran estrecho vínculo
con la “Teoría Malthusiana”. En su obra “Ensayo
sobre el principio de la población” (1798), Malthus afirma que mientras los
medios de existencia aumentan en progresión aritmética (1-2-3-4-5...), el
crecimiento de la población se efectúa en una progresión geométrica
(1-2-4-8-16-32...). Las tres teorías poseen un núcleo común que nutre desde los
postulados ecologistas modernos hasta el discurso político en torno al aborto y
que el propio Malthus resumió cuando sostuvo: “Parece que a partir de las inevitables leyes de nuestra naturaleza,
algunos seres humanos deben sufrir por la escasez. Estas son las personas
infelices que, en la gran lotería de la vida, han quedado en blanco”.
Por
todo lo expuesto, uno ha de ser prudente y observador cuando nota que tanto los
sectores ProAborto, progresistas, hedonistas, nihilistas o ecologistas poseen
un discurso hegemónico que se asienta sobre una única premisa, la reducción de
la población por cualquier medio. Cabrá en la inteligencia de cada lector
preguntarse no sólo el por qué aquellos militantes de diversos espectros poseen
pensamientos tan compatibles, sino a quiénes realmente favorecen estas luchas
para erradicar ciertas etnias y concentrar recursos en una pequeña élite
internacional.
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