Autor: Horacio Giusto Vaudagna
Introducción al debate
La
eutanasia, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la "acción
del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente".
Compartiendo el prudente análisis que realiza la “Associació Catalana d ̈Estudis Bioétics” (ACEB), es de resaltar la intención
del acto médico (provocar voluntariamente la
muerte de un individuo). Sea que
se propicie en forma directa (proveyendo lo necesario para la muerte del
paciente) o indirecta (quitando la asistencia necesaria para la subsistencia
vital), la nota distintiva de la eutanasia es la intervención de un tercero. Ciertamente
la presencia de un tercero interviniendo sobre la vida de un paciente es lo que
torna beligerante el debate en cuestión. En este sentido, el suicidio como
liberalidad propia puede presentar un reproche moral, mas no reviste
trascendencia jurídica alguna por cuanto es la propia persona la que actúa
sobre su íntima esfera de reserva. A pesar de la desinformación generalizada
respecto a los verdaderos alcances de la eutanasia, en dicha práctica resulta
necesaria la presencia de quien actúe sobre la vida del padeciente. El tercero
interviniente, por la naturaleza del caso, suele ser un profesional de la salud
por poseer los conocimientos necesarios para el procedimiento del debido caso;
sin embargo, dadas las circunstancias, puede oficiar de verdugo antes que
médico.
I- La voluntad cambia, la muerte
no.
No
poca gente podría alegar que el verdugo elimina la vida de alguien que desea
preservarla, mientras que en la eutanasia existe una declaración de voluntad anticipada
que permite aseverar la intención del paciente; aquí es donde el debate cobra
relevancia tanto en lo moral como en lo jurídico. Piénsese como ejemplo simple
la siguiente situación: Un hombre le delega a su pareja la llave del vehículo y
le dice que bajo ningún concepto se las entregue porque desea ingerir mucho
alcohol durante la cena; acabada la cena el hombre ha ingerido una leve
cantidad de vino y sintiéndose capaz de conducir, le reclama las llaves a la
pareja. Es una particular situación la de aquella pareja, ya que no es fácil
vislumbrar dónde comienza y acaba la autonomía de la pareja; mientras unos
sostengan que sólo se debe respetar la primera directiva, otros dirán que al no
estar en estado pleno de ebriedad, la segunda directiva es válida y por ende ha
de respetarse.
Con
el ejemplo premencionado se puede graficar la situación de un paciente
agonizante. Todo ser racional espera que el profesional de salud cumpla con su
juramento hipocrático y trate con la mayor dignidad posible la vida de uno. No
siempre el médico asignado podrá conocer en forma acabada la verdadera voluntad
del sujeto que está siendo atendido; quizás años atrás haya dejado unas claras
directivas cual conductor que planea ingerir alcohol, pero en el paso del
tiempo es posible que las circunstancias y su voluntad cambien radicalmente.
Véase que dicho concepto se aplica hasta en la noción del cuerpo legislativo de
un país ya que, sin lugar a dudas, la voluntad constituyente de una nación
varía conforme pasan los siglos y ello justifica los cambios legislativos. Lo
que ha de entenderse entonces, como primer elemento de debate, es que si bien
las voluntades son mutables, la muerte es un estado absoluto e irreversible.
II- El Estado y su potencia para
disponer el inicio y el fin del individuo.
Otro
elemento a plantear en el debate es la participación activa que toma todo
gobierno en la regulación, e incluso el fomento, de las actividades más
privadas del Hombre. En un mundo atravesado por el pensamiento malthusiano,
donde artistas, políticos y financieros unifican discursos para sostener la necesidad
de limitar la población humana, la eutanasia es un elemento clave para
erradicar a la clase pasiva de la sociedad. Atento a las crisis previsionales
que se gestan en el mundo, paulatinamente queda más expuesto cómo el Estado de
Bienestar no puede paliar los derechos que confirió a la sociedad, por lo que
el sector privado no puede sostener el gasto público que reclama los
dependientes de la asistencia estatal. Ante un panorama hostil, la prudencia
diría que lo ideal es limitar al Estado y tal como sucedía en el medioevo,
dejar que la seguridad social, el cuidado del desvalido y la protección a la
ancianidad, queden a resguardo de las cofradías administradas privadamente. Sin
embargo, el discurso socialista es tremendamente útil para la casta parasitaria
de los funcionarios estatales; por ello es que se opta por vender un relato
progresista en torno al aborto y la eutanasia que limite el crecimiento
poblacional antes que limitar el ingreso a la planta del Estado. El abogado canadiense
Wesley Smith, respecto a la proliferación de pedidos de eutanasia, denunció la
tendencia que consiste en convencer "a los canadienses suicidas y
discapacitados de que sus muertes pueden ser de mayor valor para Canadá que sus
vidas".
El
gobierno comienza a invertir en la muerte de las personas porque es
económicamente más barato que invertir en la vida de las mismas. En este punto
resulta paradójico que el mismo Estado que pena la asistencia al suicida para
que acabe con su vida, provea luego los medios para que dicha voluntad final
sea realizada dentro de ciertos parámetros que el propio Estado establece. Es
muy llamativo que el espectro liberal, tendiente a defender la autonomía
absoluta de la voluntad, otorgue cada vez más facultades al Estado para regular
el inicio y el fin de la vida humana.
Un
caso ejemplificador de lo nocivo que es la eutanasia, es el que está en proceso
de investigación donde se imputa a una casa de cuidados holandesa en 2016, por
el que se acusa a una doctora que administró la eutanasia de homicidio.
Conforme a la investigación en curso, una mujer con demencia senil prematura
fue ejecutada, siendo que consta la resistencia que opuso para que no le administrasen
la inyección letal en tal momento. A esto ha se sumarse un caso de gran revuelo
jurídico en Bélgica y que es paradigmático; tal como informa el portal Actuall,
“El caso más prominente de Eutanasia en Bélgica fue el del asesinato de
Godelieve De Troyer. El caso ha terminado ante el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos (TEDH). In 2012, Tom Mortier se enteró de que su madre, Godelieve,
habia sido eutanasiada el día anterior. La explicación que se dio a lo que
estaba sufrtiendo era «depresión intratable»”. Es prudente entonces considerar
lo riesgoso que resulta darle a burócratas de turno la potestad de decidir
sobre la vida y muerte de uno conforme a las presiones que sufran por parte de
las obras sociales y los directivos de centros de salud.
III- La moral, aquella doncella
olvidada por el modernismo.
Necesario
resulta considerar el factor moral. Para Hart, el Derecho no sólo se compone de
la coacción y el lenguaje, sino que incluye la noción de aquello que se considere
desde la apto para ser regulado, tolerado o repudiado. Legalizar la eutanasia
es más que permitir que el Estado defina cuándo la asistencia al suicidio es
permitida y cuando castigada; es avalar que la sociedad vea como moralmente
válido que un ser humano decida terminar con su vida. Aquí sería oportuno
desdoblar el debate; por un lado, desde Aristóteles en adelante, existe un
vasto sector que considera válido el suicidio en algunas circunstancias,
mientras que el cristianismo lo repele bajo pena de pecado mortal. Pero en otro
sentido, y es lo que realmente debería preocupar, es que el Estado regulando la
eutanasia incorpora en sus proyectos la posibilidad de que terceros decidan
sobre el paciente terminal que no puede expedir por sí mismo su propia
voluntad. Cabría preguntarse entonces dónde radica la moralidad de que alguien
pueda determinar arbitrariamente el fin de la vida de uno; no es poca la gente
que profesa el culto católico (por citar un mero ejemplo) y ante la
legalización de la eutanasia podría suceder que un tercero determine, con el
fin de abaratar costos, la muerte de alguien que no recibió aun la
extremaunción.
Tal
como informó el portal “Actuall”, representantes de las religiones cristiana,
judía e islámica firmaron el lunes 28 de octubre del 2019 en el Vaticano una
declaración conjunta en la que rechazan la eutanasia y el suicidio médicamente asistido.
A su vez, las congregaciones religiosas pidieron promover los cuidados
paliativos y la asistencia espiritual a los enfermos terminales. Lo rescatable
de aquel encuentro es que “las cuestiones que afectan a la duración y al
significado de la vida humana no deben ser dominio del personal sanitario, cuya
responsabilidad consiste en ofrecer el mejor tratamiento y la máxima asistencia
al enfermo”. Entiéndase que se torna inmoral procurar la muerte antes que
agotar las vías para la vida digna; siendo la muerte un estado irreversible, lo
que es dignificante es otorgar un sentido de trascendencia a la vida humana.
Ha
de añadirse que el Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de
Valencia advirtió que la eutanasia supone un grave riesgo de mercantilización
de la práctica eutanásica. La moral deontológica llama a no dañar a un tercero,
razón por la cual sería una inmoralidad mostrar una mayor preocupación por la
eliminación de una vida que por la protección de los derechos fundamentales de
la misma. Sólo en un mundo diezmado por el relativismo moral propio de la
posmodernidad, es que la sociedad debate primero sobre cómo matar al ser humano
desvalido que en garantizar las condiciones socio-económicas para que la vida
sea plena y digna hasta su final natural.
IV- La ideación suicida, de la
prevención al fomento.
Considerando
las grandes enseñanzas en psicología que aportaron especialistas que van desde
Freud hasta Peterson, es que lo natural es el deseo de vivir. Se toma como una
conducta patológica el suicidio; por ello es que penalmente se castiga la
instigación al mismo o su facilitación. Sin embargo, en la eutanasia, el propio
Estado provee los medios legales para que se realice un acto de última
voluntad. Ciertamente quien opta por la eutanasia no está deseando la muerte en
forma directa, sino que desea no llevar esa vida que está sufriendo en aquel
momento. Legalizar la eutanasia es facilitar el camino a la muerte asistida
antes que buscar opciones que pudieran dignificar más a la persona.
El
peligro de la pendiente deslizable fue advertido en el III Congreso de
Bioética, al considerar los nefastos efectos sufridos en Holanda, donde
actualmente se propone la eutanasia sobre cualquier persona que simplemente
supere los 75 años de edad. El debate de la eutanasia, advierten los
profesionales, guarda más vínculo con una ideología que con un fenómeno médico.
Tal es así porque en el mundo moderno y secularizado, cuesta encontrar un
justificativo al sufrimiento. Las ideas de sacrificios y trascendencia han
desaparecido en la modernidad líquida de la sociedad contemporánea.
Las
preocupaciones se incrementan cuando uno observa el fenómeno de Canadá. En
dicho país la eutanasia es legal desde el año 2016 y en donde se registró un
alza en peticiones de tal práctica durante el 2019, llegando a triplicarse las
postulaciones para la eutanasia a comparación de su primer año de vigencia. En
aquella nación se ha anunciado un proyecto de extender la eutanasia para
personas que, sin estar en estado terminal, padecen graves afecciones
psiquiátricas.
V- Vida digna para unos, muerte
indigna para otros.
La
eutanasia es la puerta de apertura a la distinción entre personas de primera
categoría, sobre las cuales hay que proceder con toda responsabilidad debido a
su estatus, y de segunda, que poseen fecha de expiración y por lo tanto no
ameritan gasto alguno para dignificar su vida. Bastaría recordar el conocido
caso español de Luis Paule, quien tuvo que llevarse a su hijo desde Valladolid
a Vigo para poder darle cuidados paliativos, porque los médicos sólo le
hablaban de aplicar una eutanasia. En efecto, la eutanasia es vista por
diversos especialistas en España como un recorte encubierto en sanidad, lo que
supone un fracaso para la medicina y para la humanidad. En ciertos ciudadanos
la eutanasia se presenta como única opción sin considerar los cuidados paliativos
que dignifiquen la vida antes que la muerte.
En
este punto resulta prudente hacer presentes las palabras de una diputada del
partido español Vox: “Eutanasia y cuidados paliativos no son lo mismo: uno
elimina el dolor, otro al enfermo…Causa vértigo descubrir que son las mismas
apelaciones a las que recurría una de las de las primeras leyes de eutanasia:
la del Tercer Reich”. Es por demás obsceno y nauseabundo ver cómo, sin tapujo
alguno, un sector importante de la sociedad considera que determinadas vidas
son un estorbo para la sociedad.
Lo
más paradójico es parte de la militancia ProVida, que enfrentada al feminismo,
terminan en alianza con este. Tal es así porque dicen enfrentarse a las
empresas abortistas como IPPF, pero a la vez engullen el relato falaz de que la
eutanasia dignifica porque es un acto de libertad sobre el propio cuerpo, sin
indagar en las verdaderas consecuencias que suceden en aquellos países que la
han legalizado.
Conclusión
El
periódico digital la vanguardia supo escribir un dato no menor: “Huib Drion fue
un jurista neerlandés que, en 1991, sugirió la posibilidad de poner a
disposición del ciudadano de la tercera edad, de forma gratuita, una píldora
para quitarse la vida cuando sean mayores de 75 años”. Lo que pareciera una obra de ficción
paulatinamente se vuelve tan real como el sol. Bastaría recordar el caso del 13
de diciembre de 2017, donde la Suprema Corte de Francia confirmó la absolución
de Jean Mercier, un hombre que dio a su esposa, quien sufría de artritis
severa, medicamentos con el fin de provocar su muerte en 2011. Es esta la
realidad del mundo en que se vive, en el cual tanto el Estado como familiares
ofician de verdugos ante las personas que simplemente “están de más”.
Paso
a paso, bajo discursos de clemencia, se impone una cultura de la muerte. La
eutanasia al igual que el aborto apuntan al mismo fin: establecer en la
sociedad posmoderna un mundo sin sufrimiento humano, aunque perder la humanidad
en el proceso sea el precio a pagar. El utilitarismo se alza en forma exponencial,
donde la idea de sacrificio y sufrimiento es tan repulsiva que todo se
justifica para no tener que cuidar del más débil.
La
eutanasia es más que un suicidio asistido, es la ideologización de la muerte
para favorecer los intereses comerciales de un determinado sector, todo ello en
nombre de la potestad estatal para regular el inicio y el fin de un individuo.
Quizás lo más prudente sea comprender que la legalización implica que el Estado
asuma facultades inmorales para ya no sólo redistribuir ingresos, sino también
las vidas humanas.
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