Autor: Horacio Giusto Vaudagna
La
pandemia originada por el COVID-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease
2019), también conocida como enfermedad por coronavirus, ha dejado un sinfín
de temas sociales por observar y analizar. En este sentido, salió a la luz un
artículo que ciertamente podría haber pasado desapercibido, sino fuese que se
publicó en el portal de “openDemocracy”. Dicho espacio digital cuenta con el
apoyo financiero de Kofi Annan, George Soros, Ayaan Hirsi Ali, Shirin Ebadi,
Sidney Blumenthal, Peter Hain, Pierre Bourdieu, Manuel Castells, Fred Halliday
y David Blunkett; por ello es que ninguna opinión vertida en tal medio podría
ir en contra del establishment internacional, siendo que “openDemocracy” no es
más que un portal destinado a formar opinión acorde al interés de quienes lo
sostienen.
El
artículo premencionado se titula “La crisis del coronavirus muestra que es hora
de abolir la familia”. La tesis principal del artículo podría reducirse en la
pregunta que se realiza su autora: “¿Cómo
puede una zona definida por las asimetrías de poder de las tareas domésticas
(el trabajo reproductivo es tan de género), de la renta y la deuda hipotecaria,
la propiedad de la tierra y las escrituras, de la crianza patriarcal y (a
menudo) la institución del matrimonio, beneficiar la salud?”; incluso
agrega un dato no menor: “todavía hay
muchas otras poblaciones cuya respuesta a la pandemia no podría ser 'quedarse
en casa', incluso si quisieran que fuera, además de las personas sin hogar: por
ejemplo, personas almacenadas en prisiones, centros de detención, campamentos
de refugiados o dormitorios de fábrica, personas atrapadas en hogares de retiro
superpoblados, o aquellos retenidos contra su voluntad en instalaciones médicas
y / o psiquiátricas. Si COVID-19 es incompatible con estas instituciones, en el
sentido de que una respuesta humana a la pandemia es imposible en tales
espacios antidemocráticos, entonces habrá demostrado de la misma manera que son
incompatibles con la dignidad humana”.
La
esencia del artículo oscila entre argumentos de corte liberal y postulados
posmarxistas propios de un feminismo acérrimo. La autora llega proponer como
axioma esencial a la democracia como valor esencial de la dignidad humana, a
tal punto que cree que la Familia Nuclear es nociva para el individuo, pero el
Estado y su expresión política de mayorías circunstanciales es mucho más sano y
digno; posteriormente cita a la feminista Madeline Lane-McKinley que dice: “Los hogares son las ollas a presión del
capitalismo. Esta crisis verá un aumento en las tareas domésticas: limpieza,
cocina, cuidado, pero también abuso infantil, abuso sexual, violación de
parejas íntimas, tortura psicológica y más”. A mucha gente le llamará la
atención que un portal sostenido por grandes magnates financieros promueva una
suerte de lucha anticapitalista, pero lo cierto es que un sujeto desprovisto de
su núcleo familiar queda desnudo frente a las pretensiones que imponga el
sistema.
Vale
observar algunos puntos esenciales para comprender cómo la propaganda
anticapitalista es funcional al capitalismo posmoderno. La gestación por
sustitución es un fenómeno no regulado por una gran mayoría de legislaciones
locales, pero es una práctica que crece a pasos agigantados, en la cual se
muestra que una mujer puede “adquirir” un hijo sin transitar por el embarazo. Una
sociedad competitiva que fomenta el consumo, lógicamente ha de fogonear que se
pague por un servicio para optimizar tiempos en la producción de nuevos bienes.
En este sentido es que la familia natural ha ido perdiendo espacio en la
sociedad; día a día se incrementa el pedido de mujeres que desean pagar a otra
para que ofrezca su cuerpo para el embarazo de otras. Incluso, la creciente demanda de la Fecundación
In Vitro pone en manifiesto que existe un sinfín de embriones que adquieren la
calidad de “cosa”, lo que permite experimentar con ellos mientras algunos individuos
administran cuándo serán implantados y cuando no. Estos ejemplos muestran la mujer, bajo la idea de independencia y libertad, ha
desplazado la maternidad en función del crecimiento profesional. Esto no
implica un juicio moral sobre las decisiones en masa, sino que describe un
comportamiento real.
Hoy
la mujer, en líneas generales, opta por seguir un discurso liberador del rol
familiar para someterse a un sistema laboral. Esto antes mencionado, en la realidad se tradujo en el conocido “invierno demográfico” de Europa, donde las estadísticas de
nuevas nupcias descienden al igual que el nacimiento de nuevos ciudadanos
locales. Tal comportamiento pareciera ir impulsado por un discurso feminista,
que desde una nueva izquierda propone abolir los roles tradicionales de la
mujer para afianzar su emancipación. Pero es prudente considerar el contexto de
cada gesta; así, la revolución sexual que implicó un quiebre en la moral sexual
de occidente a partir de 1960 fue más que un discurso político revolucionario. La
revolución sexual sólo fue posible gracias a la inversión capitalista que,
mediante la tecnología anticonceptiva, permitió que la mujer pudiera separar
por sí misma la reproducción de la vida sexual. Tal como se aprecia, el
capitalismo posmoderno ha permitido el auge de una corriente emancipadora en la
que la Familia Nuclear pasa a un segundo plano. Así como se puede apreciar en
distintos ejemplos históricos, la lucha contra una institución tradicional no
es sólo producto de las tesis de Engels.
Piénsese
además que la industria farmacéutica actual ha promovido la comercialización
de embriones, lo que hace dudar al sistema legal en gran medida su calidad como
persona. Si el propio sistema puede desmerecer la dignidad humana en pos de un
determinado mercado, no cabe duda cuánto más podría hacer en ataque a las
uniones familiares que impliquen un escudo frente a los organismos de poder foráneos.
Es cierto que los esquemas varían en forma dinámica y esto permite ciertos
grados evolutivos; por ello es que sería de buen atino fomentar la optimización
de tiempos en tareas domésticas a través de invenciones modernas (comida
preparada, electrodomésticos, etc.). También es cierto que las corrientes
liberales occidentales permitieron la participación de la mujer en política, lo
cual supuse una equiparación en prerrogativas frente al Estado. La mujer
inserta en el mercado alcanzó cierto nivel de independencia décadas atrás, ya
que no requería de un marido proveedor para su subsistencia; la clave sería
preguntarse qué tan viable es si una mujer en la actualidad, decide sobrevivir fuera del mercado y con el sueldo promedio de un marido.
Eventualmente se verá que el creciente consumo requiere una producción
constante y esto implica que al mercado le sirve más el empoderamiento femenino
que no asiste al hogar que, en contrapartida, la mujer libre de toda opresión
del sistema que se dedica a cultivar el alma de sus hijos.
El
artículo que dio origen al presente análisis puso al descubierto en forma
explícita lo antes dicho, es decir, que el feminismo es parte funcional e incluso esencial
al mercado global. La autora de OpenDemocracy llega a advertir que “incluso cuando el hogar nuclear
privado no representa una amenaza física o mental directa para la persona de
uno, ni maltratar a los cónyuges, ni violar a los niños, y no criticar a los
homosexuales, la familia privada en cuanto modo de reproducción social todavía,
francamente, apesta”. En esa vasta capacidad intelectual que deslumbra a idiotas y resentidos, subyace la idea de que toda su
tesis está amparada en una falacia, por lo que falseada con datos, aun así
desea sostener la abolición de la familia. En cierto punto es lógico que así
suceda por cuanto el portal liberal, como las autoras feministas, coinciden en
que la Familia occidental tradicional es el principal enemigo de un sistema
globalista. Véase que para la historia de occidente, el cristianismo tuvo un
rol clave en la formación de la sociedad, lo que implica en esa visión que la
familia es una sujeción a la autoridad natural. Incluso es función de los
padres proveer no sólo sustento material a su prole, sino su formación espiritual.
Cabría preguntarse qué tanto beneficia a las organizaciones feministas como a
las empresas de la pornografía que una mujer, con buena formación moral, decida
cuidar a sus hijos en vez de pagar para abortarlos u ofrecer su cuerpo para que
muchos se masturben viéndola por unas míseras monedas.
Las
comunidades son necesarias para el desarrollo íntegro de las familias. Es
cierto que el mercado libre, que posea una serie de pautas morales que lo
guíen, permite a las comunidades florecer y acrecentar su bienestar. Lo que no
es cierto es que se necesite de organismos internacionales como OpenSociety que quieran dejar al individuo atomizado frente al aparato de poder porque su
principal núcleo protector fue aniquilado por unos demócratas. Por ello, para
finalizar el análisis de un artículo publicado en un medio consumido por miles
de liberales en el mundo, cabe plantear una última cuestión: si la familia es
abolida como proponen muchos liberales, el niño entonces debería ser educado,
protegido y desarrollado por un ente político ya que habría desaparecido la familia
natural; esto demostraría entonces que no sólo las feministas trabajan
en favor de un poder político paternalista.
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