Autor: Ignacio Joaquin Recondo
En tiempos actuales ciertos grupos del progresismo se han
visto con la necesidad de buscar y crear problemas allí en donde no los hay.
Últimamente, quienes proclaman por una modificación artificial, abrupta e
ideológica en nuestro idioma argumentan que el lenguaje es un fiel reflejo de lo que sucede en la sociedad. La forma de hablar denota un cierto
comportamiento en la cultura de un pueblo hablante de esa lengua. Por esto
mismo, estas agrupaciones nos enseñan que todo este tiempo estuvimos hablando
mal y que debemos cambiar nuestra forma de hablar para ser más inclusivos y
tolerantes. Si bien existen terminaciones hábilmente diseñadas con el fin de
generar una concepción diferente de lo real, pero estas afirmaciones
anteriormente expuestas van guiadas a la gramática de una lengua y de cómo esta
repercute en los comportamientos humanos del pueblo hablante de ese idioma. En
este artículo se expone en qué sentido esta afirmación es errónea.
En cuanto a esto, entendemos que no es preciso formular
un análisis a partir desde la victimización o una creencia ideológica y sin
ningún tipo investigación acerca del funcionamiento de los idiomas. Así es como
el canal de noticias “telefe” produce un contenido audiovisual publicado en
YouTube que nos muestra a Ofelia Fernández afirmando todo lo anterior dicho[i],
en este caso, la utilización del
masculino plural en el castellano es causa o consecuencia del machismo. Esta
crítica es hacia la gramática que tiene el idioma. Respecto a esto, podemos
encontrar distintos contraejemplos si nos centramos en el estudio riguroso de
otras lenguas y sus respectivas culturas referidos a la problemática de género
con relación al idioma hablado para comprender qué tan real es esto en el
mundo.
En una publicación científica en “Nullius in Verba”
llamada “buscando en las lenguas y culturas del mundo”[ii]
evidencia que gramaticalmente en el idioma árabe se utiliza el género femenino
para englobar ambos géneros, en tanto “el
género plural de los sustantivos para no racionales es siempre femenino, sin
importar su género en singular” más aún, agrega “esta norma alcanza también a todos los pronombres relativos y a los
adjetivos”. Incluso, la expresión “musulmanes y musulmanas”, desdoblando el
discurso utilizando ambos géneros, se encuentra presente en un capítulo del
Sagrado Corán que consta del siglo VI d. C: "Dios ha preparado
perdón y magnífica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, los
creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las
sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los que y
las que dan limosna, los que y las que ayunan, los castos y las castas, los que
y las que recuerdan mucho a Dios". Ahora bien, conociendo esto,
¿podemos afirmar que en el mundo musulmán, en países araboparlantes, son más
“inclusivos” que en occidente y resto del mundo por su forma de hablar? ¿o que
las mujeres allí gozan de un mayor grado de libertad y derechos que los
hombres? Evidentemente estas sociedades no se caracterizan precisamente por la
emancipación de la mujer y la igualdad de derechos con los hombres.
El idioma islandés, por su parte, contiene una gramática
muy peculiar. “El masculino singular nominativo se declina igual que el femenino
plural, esto es con la terminación –ur”. “Maður”
(hombre), “konur” (mujeres). Esta terminación en masculino engloba a ambos géneros,
hasta en un plural femenino. Además, la palabra “maður” es utilizada para
significar “uno mismo”, incluso cuando se usa para una mujer, esto quiere decir,
que lo expresa en masculino, independientemente del género al que se refiera.
Sin embargo, Islandia se encuentra entre los países con menos desigualdad de
género, a pesar de su “opresión” en esa parte de su gramática.
Otro ejemplo interesante es en el idioma turco[iii].
Este carece de género gramatical, por lo que las palabras no contienen marca de
género, no se distingue en lo absoluto. Un ejemplo es la palabra “arkadaş”
(amigo) que se puede utilizar tanto para hombres como mujeres, al igual que
cualquier otro ejemplo para referirse a las personas. Sin embargo, en los
países que utilizan esta lengua no prevalece la igualdad género. De hecho,
Turquía es un país musulmán y su cultura no es de las más inclusivas y
favorables para la mujer, pero no muchos grupos feministas se han animado a
criticar sus costumbres, sino eso ya sería caer en la “islamofobia” y el
discurso políticamente correcto de la izquierda se les anula por definición.
Mediante estos ejemplos y aún más[iv],
podemos constatar que la fiabilidad del argumento en la que se sostienen los
ideólogos del “lenguaje inclusivo”, se basa en un simple discurso político sin
un estudio de fondo y sosteniéndose de una base frágil. Pero también, es
preciso argumentar desde el plano etimológico para saber si el “género no
marcado” (el masculino genérico) en el castellano se adhiere a fines sexistas.
Cuando los hablantes del latín vulgar del occidente del
Imperio Romano comenzaron a transformar la estructura gramatical del idioma,
mediante un proceso inconsciente y espontáneo, se dio lugar a muchas lenguas
romances, entre ellas, el castellano. El latín contiene tres géneros:
masculino, femenino y neutro. Mientras que el español cuenta con dos: masculino
y femenino. Hasta entonces, las terminaciones de algunos neutros en latín
evolucionaron, por mera transformación fonética, al masculino en español. Por
ejemplo: “-us” y “um” donde la vocal -U en sílaba átona abre en –O, lo que en
español es una terminación en masculino y por estructura gramatical logra
quedar como género no marcado, ya que este género cede ante el abandono del
neutro en lenguas romances, utilizándose el masculino por defecto en caso de
colisión de géneros para recurrir a la simplificación de su gramática. Esto no
se da de un día para el otro, más bien consta de un proceso inconsciente y
natural que conlleva años y años de evolución en el habla. No se ha podido
identificar con pruebas contundentes la implementación del masculino genérico
con fines sexistas desde la propia etimología de nuestra lengua. Sin embargo, aquellos
quienes corrompen la gramática para instalar sus propios caprichos necesitan
argumentar que el castellano es sexista desde sus inicios y que sus leyes
corresponden a una idea machista, llevando a este colectivo a realizar aquello
que se esforzaron en criticar, haciendo exactamente lo mismo, modificando
artificialmente el idioma en pos a su dudosa filosofía.
¿Cuáles son las propuestas de este sector minoritario de
la izquierda en relación al cambio del lenguaje?
Comenzaremos cuestionando su opción más disparada y que
ha tenido mucha polémica estos últimos tiempos. La intención de eliminar la
marca de género a la hora de referirse a un grupo mixto de hombres y mujeres ha
llevado a la idea de reemplazar la –O (usada como masculino no marcado) por la “–X”,
“-@” o “–E”. Un ejemplo es: “todos” pasaría a “todxs”, “tod@s”, o “todes”,
donde en las dos primeras opciones no cabe posibilidad alguna de pronunciación.
Al referirse con el masculino genérico ya se engloba ambos géneros, ya que este
por defecto es el no marcado. Ahora bien, nos planteamos la siguiente pregunta:
¿es posible esta modificación? La realidad es que cualquier idioma acepta
cambios y estos no se decretan ni en un congreso ni en una academia. La
transformación deviene del uso frecuente de la comunidad lingüística: primero
debe ser utilizado y aceptado por los hablantes, luego se oficializa en la RAE
o cualquier academia de sus respectivos idiomas. De acuerdo a este cambio que
proponen como “lenguaje inclusivo”, no es posible su modificación ya que
precisa de transformar buena parte de la gramática añadiendo un género ajeno al
español, por lo tanto, se abandonaría el idioma para pasar a otro. En cuanto a
los cambios en cualquier idioma, estos se dan desde un plano fonético, léxico y
ortográfico, pero nunca a este nivel gramatical. Si esta es eliminada, también
lo será el propio idioma[v].
Además, la mayoría de los hispanohablantes no acepta su uso, solo es una
protesta de una militancia ideológica que ni siquiera sabe cómo usar su propio
invento ni en qué momento declinar las palabras.
Una opción más “aceptable” corresponde al desdoblamiento
superfluo en cuanto al género plural. Por ejemplo, la expresión “todos y todas”.
Si bien es aceptada por la Real Academia Española (porque son palabras que
existen) no es nada recomendable su uso. No aporta una información relevante al
mensaje que se quiere transmitir y sus hablantes solo lo utilizan como
expresión política de su discurso mayormente en la introducción o en algunos
fragmentos, luego se olvida. Lo abandonan automáticamente para no desdoblar el
habla, ya que su empleo recurrente genera confusión y hastío. Algunos ejemplos
de doble mención que sí son utilizados con frecuencia son: “señores y señoras”
o “damas y caballeros”. Estos se interpretan como una marca de cortesía y son
más que aceptables, pero salvo esos usos.
Este sentido antieconómico es más que cuestionable. Para
empezar, en muchos casos, las lenguas tienden a volverse más sencillas y cómodas,
esto hace referencia al principio fundamental que es el de la economía del
idioma. Este principio no sólo hace referencia al género, sino también sucede
con el número (singular y plural) o el tiempo verbal (pasado, presente,
futuro), pero centrándonos en el género, vemos que en muchos casos el masculino
asume también la inclusión del femenino, ya que este cumple la función de
género no marcado. Para sorpresa de mucha gente, el femenino también puede
representar al masculino a partir de algunos epicenos[vi],
como pueden ser: las personas, las víctimas, las ratas, la audiencia, etc. En
estos casos, resultaría innecesario e incómodo pretender incluir al género
masculino dentro de estos ejemplos.
Quedan puntos interesantes por cuestionar y exponer sobre
el ingenuo “lenguaje inclusivo”. Podríamos afirmar que hasta el momento nadie
recurre a su uso las 24hs del día. Quienes lo usan lo hacen en forma esporádica,
puesto que el plural genérico (masculino) es inevitable, ya lo tenemos
incorporado. Lo demás es antieconómico y perifrástico. Evidentemente, no tendrá
ningún recorrido en el idioma que tiene sus propias leyes internas. “Todxs”,
“tod@s” o “todes” no son soluciones idiomáticas y no tienen integración en el
sistema de la lengua. Estos son solo delirios del progresismo que no logran ser
posibles, pero que sí resulta importante seguir rechazando y cuestionándolo. Aunque
en realidad, el verdadero problema en cuanto al lenguaje no radica en esa
minoría que cree que el castellano es machista per se. El problema, y lo
peligroso, está allí en donde el progresismo y el globalismo actúa hábilmente
diseñando y transformando términos hacia una concepción que difiere de lo real o
que al menos los articula en pos a ciertos intereses discursivos que son
instalados a partir de medios hegemónicos de poder, y que, sin darnos cuenta, muchas
veces recurrimos ingenuamente a su uso[vii].
*Ignacio Joaquin Recondo, estudiante de idiomas y mercado
de capitales.
[v] https://www.lanacion.com.ar/opinion/sin-gramatica-no-hay-lenguaje-nid640411
Sin gramática no hay lenguaje.
[vii] https://fundacionlibre.org.ar/2019/02/06/sobre-la-revolucion-del-lenguaje-por-juana-bosio-perrupato/
Sobre la revolución del lenguaje – Por Juana Bosio Perrupato.
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