El arco progresista norteamericano dejó un vendaval de críticas a Amy Coney Barrett por sus creencias religiosas, incluso llegando a realizar ataques mediáticos antes de que el presidente Donald Trump la nominara para reemplazar a la jueza Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema. Ciertamente aquí se exhibe una nueva vez la paradoja del progresismo.
Recuérdese que en 2017, “la senadora Dianne Feinstein (D-Calif.) habló sobre sus preocupaciones
con la candidata a la corte de apelaciones Amy Barrett durante una audiencia de
confirmación del Comité Judicial del Senado el 6 de septiembre”[i]
donde incluso la demócrata de turno dijo: “El
dogma vive fuerte dentro de ti, y eso es una preocupación”. Curiosamente
quienes han tomado las ideas del progresismo en forma dogmática son quienes
ahora, en nombre del empoderamiento, atacan por su Fe y convicciones íntimas a
una jurista que en reiteradas ocasiones se pronunció en favor de la objetividad
al momento de juzgar.
En verdad Amy Coney Barrett, como también lo ha sido Antonin
Scalia y Clarence Thomas, es una persona de profunda devoción católica. Esto,
por ejemplo, representa un problema para la senadora Mazie Hirono, demócrata
por Hawái, quien olvida que la prueba de la idoneidad de un candidato para un
cargo público basada en su fe personal está prohibida por el Artículo VI de la
Constitución: “No se requerirá nunca una
prueba religiosa como calificación para ningún cargo o fideicomiso público de
los Estados Unidos”[ii],
tal como anoticia Tony Perkins (presidente del Family Research Council). Katie
Hill, congresista progresista, llega decir vía Twitter que “If her religion never made it into her court
decisions, she can believe what she wants. But, yes, personally, I DO object to
any religion that still insists women be subservient”[iii];
tampoco ha de ignorarse a Susan Hennessey (Editor ejecutivo de Lawfare, investigador senior de
Brookings, analista legal y de seguridad nacional de CNN, ex abogado de CI)
quien por la misma red social premencionada dijo: “La fe personal de Amy Coney Barrett es completamente inobjetable y
entre ella y su creador. Su clara intención de imponer sus creencias privadas,
incluidas sus opiniones religiosas, en el público estadounidense al anular un
precedente establecido desde hace mucho tiempo, debería descalificarla del
tribunal”[iv]. Queda al descubierto que,
para el progresismo, es dogma oponerse a cualquier acto emanado de una persona
que simplemente cree en Dios ya que las presunciones exhibidas por los
demócratas públicamente dan muestra de ello.
Para sorpresa de nadie
es que ninguna acusación pudo aun demostrar que Amy Coney Barrett haya utilizado una sola vez su
conciencia personal para realizar su labor profesional. Tanto en “Nomination of Amy Coney Barrett to the U.S.
Court of Appeals for the Seventh Circuit Questions for the Record - Submitted
September 13, 2017”[v], “Reflections on Judging: A Conversation with
Amy Coney Barrett”[vi], “Assorted Canards of Contemporary Analysis
Redux”[vii]
o “Hesburgh Lecture 2016: Professor Amy
Barrett at the JU Public Policy Institute”[viii]
se pone en manifiesto que resulta imposible demostrar que para la flamante
integrante del alto cuerpo judicial, su convicción católica sea una
interferencia en su cargo. GianCarlo Canaparo[ix] (miembro
jurídico del Centro Meese de Estudios Legales y Judiciales de la Fundación
Heritage) expresa que existe una malicia real al implantar, sin sustento
alguno, la idea en los medios de que la nominación de Donald Trump implicaría
una suerte de imposición cristiana al sistema imperante.
En verdad y en base a lo que se ha manifestado en esta
nueva noticia es que el progresismo es ese espacio ideológico que se mueve bajo
una fe ciega e irracional. No es capaz ningún progresista de mostrar tan solo
una prueba que sustente sus argumentos en contra de que un funcionario profese
la Fe, pero aún se sigue llevando esa batalla en contra de la religión bajo los
falaces conceptos del secularismo y el laicismo. No hay más que agregar que la
simple esperanza de que el lector comprenda que los famosos eslóganes “Iglesia
y Estado – asuntos separados” responden a nivel global a una única causa: la
destrucción sistemática de todo aquello que resulte ser un escudo ante el poder
del progresismo internacional.
[i] Ver nota completa en: https://www.washingtonpost.com/video/politics/feinstein-the-dogma-lives-loudly-within-you-and-thats-a-concern/2017/09/07/04303fda-93cb-11e7-8482-8dc9a7af29f9_video.html
[ii] Ver nota completa en: https://www.frc.org/updatearticle/20200923/left-dogma
[v] Ver texto completo en: https://www.judiciary.senate.gov/imo/media/doc/Barrett%20Responses%20to%20Whitehouse%20QFRs.pdf
[vi] Ver conferencia en: https://www.youtube.com/watch?v=j0ZN532f9d0
[vii] Ver conferencia en: https://www.youtube.com/watch?v=onE3L0BhH-g
[viii] Ver conferencia en: https://www.youtube.com/watch?v=7yjTEdZ81lI&feature=youtu.be&t=248
[ix] Ver perfil en: https://www.heritage.org/staff/giancarlo-canaparo
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