
Muchos socialistas aliados a ciertos liberales sostuvieron que no era legítimo que el Estado financiera un determinado credo. Esa premisa era, por lo pronto, falaz si es considerada en el contexto histórico local. La disputa presupuestaria, la cual era ínfima en relación a otros gastos públicos y en efecto fue renunciada por parte de la Iglesia, respondía al mandato del Art. 2 de la Constitución Nacional; El sostenimiento del culto católico por parte del gobierno federal respondía a la voluntad del Poder Constituyente, el cual se vio compelido a compensar las confiscaciones de tierras, diezmos e ingresos privados que poseía la Iglesia Católica y que, a manos de Rivadavia, fueron extirpados ilegítimamente para beneficiar al Estado.
En
este punto resulta irrelevante la inmoralidad de las confiscaciones que padeció
la Iglesia; ciertamente es difícil que el submundo de las redes sociales medite
en forma prudente respecto a cómo implícitamente legitiman el mensaje de que el
Estado todo lo puede acaparar sin consecuencia alguna. Sin embargo, es oportuno
tomar noción acabada de lo que sí implicaba (e implica) la verdadera pelea por
separar la Iglesia del Estado. La Fe es parte de la sociedad, por cuanto todo
ser humano posee una serie de axiomas que condicionan su actuar diario, sea por
la creencia teísta o sea en reposar sus valores en el racionalismo positivista.
El
debate por el aborto hizo vislumbrar a todos los agentes del progresismo que,
aún con el financiamiento internacional y la captación hegemónica de medios y
centros educativos, existía un freno cultural a sus desalmadas pretensiones.
Ciertamente, la moral del pueblo argentino se funda en la herencia cultural del
hispanismo; aun cuando se intenta encuadrar al liberalismo moderno como base
del pensamiento gestante de Argentina, basta leer la Constitución Nacional
cuando en su preámbulo determina: “…invocando
la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y
establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina”. En tal sentido,
ciertas premisas están incorporadas en el “ethos” del pueblo, sin distinguir si
individualmente uno pueda ser ateo o creyente.
Por
lo expuesto, era evidente que para modificar el espacio político torciendo la
voluntad popular, previamente se debía minar el campo cultural y para ello, la
educación es la herramienta por excelencia para tal fin. Don Jordán Bruno
Genta, en mayo de 1945, plasma en una de sus obras las siguientes palabras
cuando alude al rol docente en Argentina: “Pues
de ellos depende… la formación de la juventud y la preparación del cuerpo de
maestros a cuya responsabilidad será confiada más tarde, la educación integral
de los niños argentinos.”; ciertamente tan simple y contundente concepto
define en forma precisa la preminencia que posee el educador sobre un aprendiz.
Dicha noción parece haber sido vapuleada para luego amalgamarse a las
pretensiones políticas de los tiempos actuales. En este sentido, la formación
de “niños argentinos” se encuentra diezmada por la lucha del progresismo internacional
por separar la Iglesia del Estado. La lucha contra la Iglesia trascendió lo
presupuestario y se trasladó a lo educacional, donde sería un fértil terreno
para impregnar en las jóvenes mentes cuanta ideología pretenda el poder de
turno.
Lo
que parece una mera especulación teórica, en verdad ya comienza a mostrar sus
frutos en la actividad estatal. Por ello es prudente analizar un acto
administrativo en particular; se trata pues de una circular del Ministerio de
Desarrollo Social de la provincia del Chaco. La circular interna Nº 15 de la
Dirección de Fortalecimiento Integral de la Familia dirigida a los
Departamentos de Fortalecimiento Familiar y Promoción Integral del Adolescente ordena, en forma
explícita, que “está terminantemente
prohibido instar a rezar (repetición de fórmulas preestablecidas como el Padre
Nuestro) o realizar oraciones espontáneas, en el marco de cualquier actividad
de los dispositivos, o a cantar o
escuchar canciones religiosas o realizar
gestos, signos o celebraciones con connotaciones religiosas”.
Tal
circular que trascendió en el medio “ChacoOnLine” y ratificada días después por
el portal “Chaco Prensa”, exhibe las intenciones de un Estado que avanza en
contra de los fueros más íntimos del individuo. Si uno repasara la historia del
Estado moderno (S. XVI) en adelante, vería cómo el poder político mediante las
regalías adquiría potestades privadas que dependían de instituciones privadas
tales como, en la Edad Media, era la Iglesia que sostenía las Cofradías,
Universidades, Orfanatos, entre otras potestades. Actualmente el Estado ha
llegado a disponer que, para “fortalecer el vínculo familiar” y “fomentar la
educación”, se debe prohibir cualquier emisión de ideas religiosas. La libertad
de culto consagrada en el Art. 14 de la Constitución Nacional (de profesar
libremente su culto; de enseñar y aprender) claudica ante una pretensión
política circunstancial que sólo promueve la discriminación religiosa. La
persona es libre de elegir su credo, y sin embargo, el Estado cree que es
ilegítimo que algún funcionario predique su Fe en búsqueda de un bien mayor,
mientras avala que se imparta contenido ideologizado en los menores.
La
repartición administrativa de Chacho, en su portal web, presenta como parte de
su misión “la generación de espacios de aprendizaje constructivo favoreciendo
el desarrollo de las competencias comunicativas como escuchar, hablar, leer y
escribir, además de incorporar el juego como metodología, promoviendo la
relación vincular del niño con su medio”; resulta paradójico que sea el propio
Estado que discrimine a quienes desean crear un vínculo especial con su
comunidad a través de la Fe. Este caso paradigmático da muestra de cómo ha sido
la verdadera lucha por separar Iglesia del Estado. Mucha gente que en su momento
apoyó tal bandera, ahora padece las consecuencias de haber sido funcional al
poder hegemónico, pecando en la incredulidad que tal separación favorecería en
algo a la libertad religiosa de los demás credos. Lo sucedido en Chaco durante el mes de Febrero, con la emisión de la mencionada circular, es un preludio de lo que sucederá con el "Estado Laico" que paulatinamente continúa en su voracidad por absorber todo vestigio de cristianismo en Argentina.
Para
concluir, y mostrando en forma simple y sencilla una buena respuesta a la
mencionada circular, vale hacer presente la humilde reflexión del célebre
escritor Nicolás Márquez: “Al margen de
la Religión y de la existencia o no de Dios (yo soy creyente en calidad de
Católico), después de tres años ininterrumpidos de girar por tantos países
junto con Agustín Laje, en los cuales conocimos muchísimas personas de Fé,
puedo concluir en términos utilitaristas que la religión hace (tendencialmente)
a las personas más felices, bondadosas, serenas, generosas, amorosas y
denodadas luchadoras de sí mismas para aplacar los defectos y consolidar las
virtudes. Esto no implica en modo alguno que un ateo no pueda ser un hombre de
bien (tengo íntimos amigos ateos y yo mismo lo fui en mi adolescencia), sino
que los grupos humanos creyentes propenden a brindar un clima de tanto afecto,
cariño y tranquilidad que realmente conmueven. ¿Supongamos por un rato que Dios
no existe? Aunque ello fuese así, la conclusión es que la Fé hizo y hace Bien”.
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